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Entrevista:MIHAI BLAGA | RUMANIA | INMIGRANTES 'CON PAPELES'

Una familia entera arrimando el hombro

Mihai Blaga llegó desde Rumania al aeropuerto de Barajas con sus dos hijos, Luciano, de 20 años, y Alin, de 15. Cogieron un taxi. '¿Adónde?', preguntó el taxista. 'Adonde haya hoteles', contestó Mihai. Y les dejó en la Gran Vía madrileña. Tres años después, Mihai, de 43 años, sus dos hijos y su mujer, Cornelia, de 40, viven en Torrejón de Ardoz, en la periferia madrileña. Mihai trabaja para el Ayuntamiento de Torrejón de jardinero y obrero, tiene un nieto de tres meses, Roberto, nacido en España, y habla un español perfecto con acento extranjero.

La familia Blaga viene de la región rumana de Transilvania, pero casi todos quieren olvidarlo. Los que más añoran su tierra son Alin, que aún no ha encontrado amigos 'porque sale poco', según su padre, y Cornelia, que lleva muy mal el calor. Al otro extremo está Luciano. A sus 23 años, casado en España con su novia, que le acompañó en el viaje desde Rumania, y con un niño nacido en España, nadie diría que es extranjero. 'Cuando empecé en mi último trabajo me pidieron la tarjeta de la Seguridad Social. Yo les dije que tendrían que esperar porque había perdido el permiso de residencia. Me contestaron, 'ah, ¿pero no eres de aquí?'. Su español impecable y su aspecto latino confundirían a cualquiera.

Quizá su rápida integración se deba a sus ganas de olvidar su país de origen. 'No pienso volver, no me gusta cómo se vive, todo es muy duro', dice. Ni siquiera piensa enseñarle rumano a su hijo 'a no ser que él me lo pida'. Proveniente de un país en el que la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza marcado por la Unión Europea (UE), Luciano tiene asumido que irá donde haya trabajo. 'Me gusta España y, si puedo, me quedaré. Pero si no hay trabajo, me buscaré la vida en otro lado'. Su objetivo ahora es, como el de toda la familia, 'conseguir la nacionalidad española, pero eso tardará aún unos años', suspira.

A pesar de contarlo sin amargura, sus principios fueron duros. Sin conocer a nadie ni hablar español, por el primer trabajo que encontró Mihai a las dos semanas de llegar, ayudando en unas obras a un compatriota, no le pagaron ni un duro. Pero venían preparados. 'Vendimos todo lo que teníamos y teníamos dinero suficiente para quedarnos unos días en un hotel mientras encontrábamos trabajo y casa, no veníamos con las manos vacías', dice Mihai.

Después de aquello, trabajó en una empresa de mudanzas. 'Sin papeles ni nada, y suerte que tenía trabajo'. Un año después era encargado. Como le recuerda a Alin, 'en el trabajo hay que espabilar y te recompensará'. Ahora trabaja para el Ayuntamiento. Luciano también ha encontrado trabajo, tiene contrato indefinido y acaba de comprar un coche. Incluso Alin ha encontrado ocupación en un curso de soldador.

Con papeles desde hace un año, ahora quieren ahorrar. 'A ver si nos podemos meter en un piso', dice Mihai. Pero lo ven difícil. Los bancos han sido de los primeros en hacerles sentirse extranjeros. 'Cuando Luciano se compró el coche, a pesar de la nómina nos pidieron un aval', explica, 'por la culpa de unos y de otros, que se han ido sin pagar'. En el piso, de tres habitaciones, 'vivimos 11 personas', explica Cornelia. 'Yo y mi marido en una habitación, Alin en otra con un amigo; mi hermano, su mujer y sus dos hijos, en otra; y en el salón Luciano, su mujer y el niño'.

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Pero no se quejan, comparada con Rumania, su situación es buena. 'Primero con [Nicolau] Ceaucescu y después con éste [Ion Iliescu], que ha privatizado muchas empresas que luego cerraban, no se podía vivir sin tener asegurado el día de mañana', dice Mihai. Por eso tenían claro que debían emigrar. En 1990 probaron en Alemania. Tres años. 'La gente era muy fría. Me levanto, trabajo, cerveza, a casa, a dormir y otra vez igual'. Volvieron a Rumania. Luego empezaron a oír hablar muy bien de España, que había trabajo... Y dieron el salto.

En estos tres años no han vuelto a su país. Allí les quedan los abuelos, a los que envían dinero, 'porque con la pensión, unas 8.000 pesetas al mes, no les llega'. 'A nosotros', añade Mihai, 'tampoco nos llegaba, ganábamos unas 10.000 pesetas, lo justo para vivir'. Por eso entiende que la gente emigre. 'Pero como he venido yo, con dinero y con ganas de trabajar, no a robar, sin querer trabajar y pidiéndolo todo. Entonces fuera, búscate la vida en otro lado', dice. 'Que en España también hay gente mala, claro, pero éste es su país. Para robar, mejor te quedas en tu casa', insiste. 'Sí, pero en Rumania qué vas a robar', apostilla Luciano.

Mihai, con bigote y perilla, junto a su familia en su vivienda en Torrejón de Ardoz.
Mihai, con bigote y perilla, junto a su familia en su vivienda en Torrejón de Ardoz.GORKA LEJARCEGI

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