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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Padilla resolvió la papeleta

Juan José Padilla cumplió el peliagudo compromiso de los miuras sin que ninguno le levantara los pies del suelo. La papeleta la tenía difícil, porque una corrida de Miura no es cualquier cosa, y la resolvió con dignidad.

Una corrida de Miura no es cualquier cosa porque es una cosa mala. Lo de Miura, descastado, deslucido y peligroso, da repeluzno verlo. Es divisa de leyenda Miura -la que más-, y por eso tiene taquilla, y hasta hay quien justifica su descompostura. Pero ir a medirse con sus productos supone acudir abiertamente al fracaso. Al borde de ese precipicio estuvo Juan José Padilla durante toda la tarde, por tanto; y si no se precipitó por él fue porque no se arredró, las extraordinarias facultades físicas que posee no le fallaron y además le protegió la providencia.

No es la primera vez que la providencia le hace un quite a Juan José Padilla. La anterior se produjo hace un mes, en Pamplona, cuando un miura a poco lo degüella. La verdad es que la providencia ya podía haberse anticipado impidiendo que el atroz derrote del toro le alcanzara el cuello. Pero, en fin, si bien produjo una herida muy grave, es cierto que por unos providenciales centímetros no resultó mortal.

Con ese siniestro precedente se anunciaba Juan Posé Padilla en Bilbao para lidiar seis miuras, nada menos. Sólo la incertidumbre de semejante reto ponía a temblar a cualquiera; principalmente al propio Juan José Padilla, es de suponer. Sin embargo, el torero salió enormemente decidido al negro redondel.

Para empezar, menudo manotazo le pegó Padilla al portón al iniciar el pasillo. Lo que hacía era tocar madera por las bravas, no cabía duda. Avanzó al frente de las cuadrillas con paso decidido, pues parecía llevar prisa, y ya no paró de bullir, de correr también.

Los miuras, poco miureños en su conformación morfológica -ninguno exhibió el tipo característico de la casa, parecían sacados de la inclusa-, resultaron flojuchos, mostraron un vergonzante descastamiento en todos los tercios y acabaron prácticamente sin embestida, desarrollando sentido.

Hubo uno de cierta manejabilidad, que fue el sobrero -sustituto de un inválido-, al que Juan José Padilla más que hacerle faena se la triscó. Manejando los engaños y mudando terrenos a toda velocidad, Juan José Padilla practicó un toreo afanoso con vocación tremendista, que alegró especialmente al marchoso público de Bilbao cuando se dio a los molinetes de pie y de rodillas, y al tirar los trastos en temerario desplante.

Banderilleó Padilla a todos los toros, salvo el quinto. Lo hizo empleando sus proverbiales facultades físicas con resultados aleatorios. El famoso par del violín lo prendió al segundo intento. Pares de poder a poder los reunió muy bien y otros mal por la falta de codicia de los toros. Alguno, como el sexto, lo esperaba peligrosamente agarrado al terreno y defendiéndolo por el inquietante procedimiento de echar la cara arriba.

Lo de echar la cara arriba y sustituir la embestida por el derrote fue habitual en estos miuras lamentables. Y Juan José Padilla, que veroniqueó voluntarioso, que realizó un quite por navarras, que intentó insistentemente los derechazos y los naturales, hubo de conformarse con demostrar su voluntad, arriesgando mucho más de lo que merecía aquel ganado de carne correosa y malas intenciones. Y salió indemne, con el terno íntegro, el cuello incólume y el cartel intacto, que es lo bueno.

Juan José Padilla torea con el capote.
Juan José Padilla torea con el capote.TXETXU BERRUEZO

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