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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Boda en tiempo real

Son tiempos nuevos para las realezas en las democracias. En la misma Europa en la que un ex rey como Simeón de Bulgaria llega a primer ministro por la vía electoral, hoy se casa en Oslo el príncipe heredero del trono de Noruega, Haakon Magnus, con Mette-Marit Tjessem-Höiby, una joven madre soltera, antigua camarera, arrepentida de un pasado 'salvaje', según su propia definición, ligado a las drogas.

Mette-Marit, con valentía, ha explicado públicamente que vivió en un ambiente que 'sobrepasó todos los límites', y ahora condena la droga. Su hijo de cuatro años es fruto de una previa relación con un condenado por tráfico de estupefacientes. El príncipe, que, pese a las críticas de la dominante Iglesia luterana, ha vivido durante un año con ella en un apartamento, ha tenido que luchar contra los comprensibles recelos de sus padres y de diversos estamentos. Pero al final ha logrado que prevalezcan sus sentimientos sobre un supuesto sentido del deber, que, mal entendido o cargado de hipocresía, puede resultar desastroso.

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Un enfoque equivocado de matrimonio prefabricado fue el que llevó al casamiento del príncipe Carlos de Inglaterra con lady Diana, y al posterior fracaso de la pareja. Hoy, Carlos está consiguiendo dar la vuelta a la opinión pública para que acepte su relación e incluso su eventual matrimonio con el amor de su vida, Camilla Parker Bowles, divorciada de su marido. La última encuesta publicada por el diario The Guardian indica que son ahora más (46%) los que apoyan tal boda que los que se oponen a ella (32%), una situación inversa a la de tres años atrás. Pero se mantiene muy elevada (70%) la oposición popular a que Camilla reciba el tratamiento de reina si Carlos llega a ser rey.

También la opinión pública noruega, reticente al principio a la boda de su príncipe heredero, ha cambiado. Y tenía más objeciones ante el pasado de Mette-Marit por su consumo de drogas que por el hecho de ser madre soltera. En Europa occidental, los hijos nacidos de madres no casadas han aumentado de un 5% tres décadas atrás a un 30% en la actualidad, una media que se dobla en los países nórdicos, incluida Noruega. No obstante, se ha obligado a Mette-Marit a aceptar una separación de bienes, y al príncipe, a renunciar a adoptar al que será su hijastro, para no complicar la eventual sucesión al trono.

Estamos ante un caso muy especial que comprensiblemente plantea dudas, pero que también demuestra un cierto acercamiento de la realeza a la ciudadanía de a pie. Las bodas de príncipes con plebeyas, o viceversa, se van multiplicando en esta Europa en la que las distintas monarquías se están adaptando a la nueva realidad social. En la UE (a la que no pertenece Noruega), siete de los 15 Estados son monarquías parlamentarias. El príncipe Haakon deberá demostrar que no se ha equivocado al seguir sus sentimientos. Se case con quien se case, cuando suba al trono le amparará la legitimidad constitucional. Pero la autoridad, la popularidad y la simpatía de los noruegos habrá de ganársela, con ayuda de Mette-Marit, convertida en cenicienta posmoderna.

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