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ESCAPADA TRÁGICA

Colegas de correrías

Dos de los tres menores escapados han sido compañeros inseparables de fechorías en los últimos años

F. Javier Barroso

Las vidas de M. A. I. S., de 14 años, y de J. S. C., de 15, transcurren paralelas. Los dos amigos viven en el barrio de El Espinillo (Villaverde Alto), y sus correrías les han llevado a estar internados en los mismos reformatorios y casi siempre juntos. Comenzaron con pequeños hurtos en grandes centros comerciales y después pasaron a robar coches para conducirlos por el barrio. Fuentes de la Comunidad han señalado que, dentro de su conflictividad, no son jóvenes peligrosos necesitados de medidas duras de internamiento. Ambos están ahora ingresados en el Doce de Octubre. M. A. I. S. sufrió heridas de pronóstico reservado en el accidente de ayer en Leganés. Su amigo del alma se debatía anoche entre la vida y la muerte.

M. A. I. S. es el mayor de dos hermanos. Su actitud rebelde comenzó hace unos tres años, cuando su madre, Aurora, se separó de su segunda pareja. El chaval no lo asumió bien y su comportamiento, hasta entonces normal, empeoró. Hacía novillos con frecuencia y prefería estar en la calle con sus amigos. Por esas fechas se acercó más a J. S. C., un chaval de etnia gitana perteneciente a una familia desestructurada. Ambos colegas empezaron sus pequeñas fechorías robando objetos del centro comercial Pryca (actual Carrefour) de Villaverde. Comenzaron sustrayendo tamagochis y discos compactos. 'Las malas influencias con las que se ha juntado mi hijo han sido las que le han cambiado totalmente. Quizá en otras circunstancias mi hijo no habría acabado internado en un reformatorio', señalaba ayer la madre de M. A. I. S., que trabaja como limpiadora en la facultad de Estomatología de la Universidad Complutense de Madrid.

La pasión de los dos chavales siempre han sido los coches. Solían robar algún turismo y darse vueltas por el barrio. Nunca lo hacían para negociar con los vehículos. Tan sólo les gustaba conducir y vacilar delante de sus amigos hasta que se les acababa la gasolina. Una vez entraron en un colegio público y robaron un microondas y un jamón que guardaban en las cocinas del centro. Nunca han estado metidos en trapicheos de droga ni en robos con violencia.

Pero el mundo de las drogas sí lo ha visto de cerca J. S. C. Es el segundo de cinco hermanos (dos varones y tres chicas). Su padre era toxicómano y su adicción le llevó a dejar de lado a su familia. Murió carbonizado el pasado 13 de julio al electrocutarse con un cable de alta tensión en la vía férrea que pasa por detrás del poblado marginal de Las Barranquillas, en el distrito de Villa de Vallecas, el mayor hipermercado de la droga de la capital. El maquinista de un tren vio su cuerpo en llamas junto a la vía y avisó a los servicios de emergencia. Según explicó entonces la Jefatura Superior de Policía, estaba recogiendo cables para venderlos y poder pagar así su dosis diaria.

Nunca aportó nada a la familia, que se mantiene gracias al Ingreso Madrileño de Integración (IMI) que recibe mensualmente, según comentan sus allegados.

Las correrías de los dos chavales les hicieron visitar muy pronto la comisaría y el juzgado. Las condenas fueron leves al principio: un día, una semana o un mes de reclusión en centros de menores. Pero fueron aumentando al mismo ritmo que la frecuencia y la gravedad de sus delitos. Finalmente, y siempre juntos, fueron ingresados en el reformatorio El Madroño, de régimen cerrado. La entrada en vigor de la Ley del Menor en enero de este año permitió su regreso a casa el día 13 del mismo mes, ya que no tenían edad suficiente para estar internados. Para entonces ya estaban en régimen semiabierto en otro centro, el Altamira, en San Blas.

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Una vez en la calle, volvieron a las andadas. Como además tenían pendiente un juicio por sustracción de un vehículo de motor y varios delitos contra la seguridad vial, ingresaron de nuevo, el 26 de junio, en el centro Altamira, de regimen semiabierto. Durante una temporada no pudieron salir los fines de semana. Después, su buen comportamiento de lunes a viernes les permitió pasar los fines de semana en sus casas.

'Muy impulsivos'

'En estos meses no se han fugado nunca ni han intentado salir para delinquir. Lo malo de estos chicos es que son muy impulsivos y no saben ver el peligro ni la gravedad de las cosas que hacen. Ayer decidieron marcharse sin darse cuenta de los problemas que les podía acarrear', explica Aurora, madre de M. A. I. S.

Ambos chavales sufren un grave problema de fracaso escolar. Están desmotivados y no tocan los libros del colegio. M. A. I. S. cursa primero de secundaria. 'De cada 15 días va uno y se marcha 14. Siempre es el mayor de la clase y no tiene los mismos conocimientos que el resto', justifica Aurora.

La madre de M. A. I. S. no piensa denunciar al reformatorio Altamira por la fuga de su hijo. Sabe que el chaval es muy conflictivo y entiende que para los educadores es 'imposible' controlar a muchos adolescentes como el que ella tiene en casa. Además, piensa que se trata de 'un buen centro que está bien dirigido'.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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