'La integración es conocer y reconocer al otro'

Lleva casi 30 años trabajando en primera línea con la inmigración llegada del norte de África. Arabista, experta en islamismo, Teresa Losada (Lugo, 1943) fundó en 1974 Bayt Al-Thaqafa (Casa de Cultura), centro con sedes en Barcelona y Sant Vicenç dels Horts -localidad del cinturón industrial que registró una muy temprana oleada de trabajadores magrebíes- cuya finalidad es 'facilitar la integración cultural y social de los inmigrantes árabo-musulmanes residentes en Cataluña, sin pérdida de su identidad'.

Pregunta. 'Sin pérdida de su identidad', recalca usted.

Respuesta. La integración de verdad sólo puede darse respetando la identidad y la cultura de origen.

P. De hecho en el centro que usted dirige se enseña castellano y catalán a los magrebíes, pero también árabe a los niños previamente escolarizados.

R. Así es. Para aclararnos, exiten cuatro modelos de relación entre la cultura inmigrante y la autóctona. La primera es la asimilación, en la que la cultura mayoritaria se traga a la minoritaria. El que llega, que se adapte y se olvide de lo que fue. El segundo modelo es la yuxtaposición: una cultura al lado de la otra, sin intercambios. El tercero es la ghettización, que puede considerarse como un caso extremo de yuxtaposición: la cultura inmigrante mantenida en un rincón y que no salga de ahí. Y el cuarto modelo es la integración: quien quiera olvidar sus orígenes que los olvide, pero el que no, tiene perfecto derecho a conocerlos.La integración es conocimiento y reconocimiento del otro. Y en este sentido damos clases de árabe a los niños, porque muchos de ellos ya han nacido aquí y han perdido contacto con su país de procedencia.

P. Lleva casi 30 años en contacto con la inmigración. ¿Cómo ha evolucionado el fenómeno en todo este tiempo?

R. Cuando yo empecé a ocuparme de estos asuntos ni siquiera se hablaba de inmigración, ni de regularizaciones, ni de nada. La primera oleada norteafricana llegó a Cataluña hacia 1968, trabajaba en la construcción. Para estar en situación legal, cada tres meses salían a Andorra o a Perpiñán, lo que les permitía quedarse en España tres meses más... El primer impulso de cualquier migración es siempre la supervivencia y para ello acepta cualquier trabajo, en condiciones normalmente durísimas. En un segundo momento se busca un trabajo más estable. Luego se pasa a una fase de asentamiento cuando llega la familia. Y la última etapa es la del retorno a los orígenes. Es decir, cuando ya el inmigrante no se considera de paso y exige mezquitas, cementerios y que alguien enseñe el Corán a sus hijos.

P. Y esa fase asusta, porque alguien puede pensar que desaparecerán las iglesias para convertirse en mezquitas.

R. El islam es poroso como cualquier otra cultura, aunque a nosotros nos parezca que no quiere dialogar. El mundo árabe se asoma a Occidente con el alma herida por los colonialismos, la guerra del Golfo, la crisis de Medio Oriente, pero no rechaza la integración.

P. ¿Cómo ve la situación actual?

R. Dramática. El mismo mar surcado de día por yates de lujo y de noche por pateras de miseria e infortunio. Europa es una isla rodeada por la miseria.

P. ¿Le parece que la Ley de Extranjería resuelve algo?

R. A la vista está que no. Es una ley económica, no una verdadera ley de inmigración. Considera al sujeto como mano de obra necesaria, no como una persona portadora de unos determinados códigos culturales.

P. El rechazo solidario que provoca la ley en la sociedad es considerable.

R. Sí, pero yo no soy del todo optimista. Mucha de esta solidaridad me parece posmoderna, como de diseño. Queda bien, pero se agota yendo a una manifestación y no practicando esa solidaridad cada día. Solemos acusar a los políticos de ir por detrás de la sociedad. Yo me pregunto si a veces ellos no van más allá porque la sociedad no se lo exige de verdad.