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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Los grandes museos buscan alicientes estivales para seducir a sus visitantes

Ampliaciones de horarios, cenas al aire libre y exposiciones de primera fila intentan atraer a los turistas culturales del verano. Más de 300.000 personas visitarán este mes el Prado, el Reina Sofía y la Fundación Thyssen

Miguel Ángel Villena

El paseo del Prado de Madrid asiste todos los días de agosto a un peculiar desfile de gente uniformada. Calzados con sandalias o zapatillas deportivas, enfundados invariablemente en pantalones cortos y cubiertos sus torsos con camisetas dan la impresión de ser un ejército que camina, arriba y abajo, bajo un calor abrasador. Si una cámara sólo enfocara a esta veraniega procesión y dejara fuera de campo el resto del paisaje, se podría pensar que estamos en Port Aventura, Terra Mítica o Eurodisney. Pero sobre el paisaje destacan los edificios, sobrios o audaces, de la mayor y mejor concentración de museos de España: el Prado, el Centro de Arte Reina Sofía y la Fundación Thyssen-Bornemisza. Los turistas, pues, no se han equivocado de destino. No buscan atracciones de feria o carruseles gigantes, sino cuadros de Goya, de Velázquez, de Murillo, de Canaletto, de los impresionistas, de Picasso, del pop-art, de las vanguardias... Muchos acuden con la misma disposición de ánimo que aquellos que acuden a un parque temático y los museos no están dispuestos a defraudarlos en este frenesí de zapping pictórico tras el que, en ocasiones, apenas queda el recuerdo de un póster comprado en las tiendas.

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Como en Escenas en una galería, la película dirigida en 1991 por Paul Mazursky e interpretada por Woody Allen, los grandes museos madrileños anuncian unos alicientes al estilo de 24 horas, non stop program. En estos centros ya se puede hacer casi de todo. Desde el Reina Sofía, que ha ampliado sus horarios durante los sábados (desde las 10.00 a las 23.00) y los domingos (de 10.00 a 19.00) a la Fundación Thyssen, que ha vuelto a disponer sus mesas para cenas al aire libre, los museos no descansan a la hora de idear iniciativas para seducir a sus visitantes. Cafeterías, tiendas, bibliotecas, terrazas y proyección de vídeos permiten sobrellevar una jornada cultural agotadora. Hace una década, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) colocó en agosto una gran pancarta en su fachada que rezaba Abierto por vacaciones. El ejemplo ha cundido.

Un total de cerca de 300.000 turistas se calcula que se acercarán durante el mes de agosto a estos tres museos del centro de Madrid, concentrados en menos de un kilómetro de distancia. De ellos, 157.000 corresponden al Prado, unos 131.000 al Reina Sofía y otros 40.000 a la Fundación Thyssen. Algo más de la mitad de estos visitantes son españoles. El público del Prado es, sin lugar a dudas, el más heterogéneo. Un millar de obras maestras de la pintura expuestas en sus salas y un prestigio internacional indiscutible convierten esta pinacoteca en el segundo complejo cultural más visitado de España, sólo superado por la Alhambra granadina.

Desde mochileros contraculturales a monjas con hábito, la gama de visitantes del Prado es infinita. Y la mayoría de ellos, pertrechados con guías cada vez más completas, que relegan al olvido a los profesionales de la explicación. Una muchacha italiana pregunta a su pareja por los personajes de La familia de Carlos IV, retratada por Goya. El chico balbucea algo de conocimientos históricos, pero de pronto recapacita: 'No te preocupes, cara mía, te voy a leer lo que viene en la guía'. Francisco de Goya y Lucientes es la estrella del Prado, un firmamento museístico que no admite segundas divisiones ni mediocridades. 'Después de Goya vienen Velázquez y El Bosco en las preferencias de los visitantes. El Bosco les gusta mucho a los norteamericanos', comenta la encargada de una de las tres tiendas-librería con las que cuenta la pinacoteca. Con público asegurado, el Prado parece todavía anclado en técnicas antiguas, poco propias de parque temático, con una señalización propia de El laberinto de las aceitunas, de Eduardo Mendoza, y un restaurante que recuerda las estaciones de ferrocarril de los años sesenta. Un aire vetusto recorre los pasillos y las salas.

Precisamente, los propios rectores del museo reconocen que necesitan una adaptación a los nuevos tiempos. Dentro del plan estratégico de ampliación del Prado, obra de Rafael Moneo, se ha encargado a una empresa estadounidense un estudio que entregará el próximo mes de febrero para ver los retos del siglo XXI en las funciones y los medios de un museo como el Prado.

Además de ampliar el horario dentro de la promoción turística para agosto que ha iniciado la Comunidad de Madrid, el Reina Sofía ofrece durante estas semanas muestras como, nada más y nada menos, que una selección de los fondos del centro; Minimalismos, un signo de los tiempos; Huellas de luz. El arte y los experimentos de William Henry Fox Talbot, Lucio Muñoz y Alberto. Este centro, fundado en 1988, se encuentra también a punto de acometer una ambiciosa reforma y ampliación, que dirigirá el arquitecto francés Jean Nouvel. No va a la zaga la Fundación Thyssen, que en pleno estío se ha atrevido con Canaletto, una Venecia imaginaria, que procedente de Barcelona estará abierta hasta el 2 de septiembre.

Pero los alrededores de los parques temáticos de diseño suelen albergar zocos que han pervivido de otras épocas. Por 800 pesetas, los Smith, Müller o Dupont pueden inscribir su nombre en un cartel de toros junto a José Tomás o El Juli.El paseo del Prado de Madrid asiste todos los días de agosto a un peculiar desfile de gente uniformada. Calzados con sandalias o zapatillas deportivas, enfundados invariablemente en pantalones cortos y cubiertos sus torsos con camisetas dan la impresión de ser un ejército que camina, arriba y abajo, bajo un calor abrasador. Si una cámara sólo enfocara a esta veraniega procesión y dejara fuera de campo el resto del paisaje, se podría pensar que estamos en Port Aventura, Terra Mítica o Eurodisney. Pero sobre el paisaje destacan los edificios, sobrios o audaces, de la mayor y mejor concentración de museos de España: el Prado, el Centro de Arte Reina Sofía y la Fundación Thyssen-Bornemisza. Los turistas, pues, no se han equivocado de destino. No buscan atracciones de feria o carruseles gigantes, sino cuadros de Goya, de Velázquez, de Murillo, de Canaletto, de los impresionistas, de Picasso, del pop-art, de las vanguardias... Muchos acuden con la misma disposición de ánimo que aquellos que acuden a un parque temático y los museos no están dispuestos a defraudarlos en este frenesí de zapping pictórico tras el que, en ocasiones, apenas queda el recuerdo de un póster comprado en las tiendas.

Como en Escenas en una galería, la película dirigida en 1991 por Paul Mazursky e interpretada por Woody Allen, los grandes museos madrileños anuncian unos alicientes al estilo de 24 horas, non stop program. En estos centros ya se puede hacer casi de todo. Desde el Reina Sofía, que ha ampliado sus horarios durante los sábados (desde las 10.00 a las 23.00) y los domingos (de 10.00 a 19.00) a la Fundación Thyssen, que ha vuelto a disponer sus mesas para cenas al aire libre, los museos no descansan a la hora de idear iniciativas para seducir a sus visitantes. Cafeterías, tiendas, bibliotecas, terrazas y proyección de vídeos permiten sobrellevar una jornada cultural agotadora. Hace una década, el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) colocó en agosto una gran pancarta en su fachada que rezaba Abierto por vacaciones. El ejemplo ha cundido.

Un total de cerca de 300.000 turistas se calcula que se acercarán durante el mes de agosto a estos tres museos del centro de Madrid, concentrados en menos de un kilómetro de distancia. De ellos, 157.000 corresponden al Prado, unos 131.000 al Reina Sofía y otros 40.000 a la Fundación Thyssen. Algo más de la mitad de estos visitantes son españoles. El público del Prado es, sin lugar a dudas, el más heterogéneo. Un millar de obras maestras de la pintura expuestas en sus salas y un prestigio internacional indiscutible convierten esta pinacoteca en el segundo complejo cultural más visitado de España, sólo superado por la Alhambra granadina.

Desde mochileros contraculturales a monjas con hábito, la gama de visitantes del Prado es infinita. Y la mayoría de ellos, pertrechados con guías cada vez más completas, que relegan al olvido a los profesionales de la explicación. Una muchacha italiana pregunta a su pareja por los personajes de La familia de Carlos IV, retratada por Goya. El chico balbucea algo de conocimientos históricos, pero de pronto recapacita: 'No te preocupes, cara mía, te voy a leer lo que viene en la guía'. Francisco de Goya y Lucientes es la estrella del Prado, un firmamento museístico que no admite segundas divisiones ni mediocridades. 'Después de Goya vienen Velázquez y El Bosco en las preferencias de los visitantes. El Bosco les gusta mucho a los norteamericanos', comenta la encargada de una de las tres tiendas-librería con las que cuenta la pinacoteca. Con público asegurado, el Prado parece todavía anclado en técnicas antiguas, poco propias de parque temático, con una señalización propia de El laberinto de las aceitunas, de Eduardo Mendoza, y un restaurante que recuerda las estaciones de ferrocarril de los años sesenta. Un aire vetusto recorre los pasillos y las salas.

Precisamente, los propios rectores del museo reconocen que necesitan una adaptación a los nuevos tiempos. Dentro del plan estratégico de ampliación del Prado, obra de Rafael Moneo, se ha encargado a una empresa estadounidense un estudio que entregará el próximo mes de febrero para ver los retos del siglo XXI en las funciones y los medios de un museo como el Prado.

Además de ampliar el horario dentro de la promoción turística para agosto que ha iniciado la Comunidad de Madrid, el Reina Sofía ofrece durante estas semanas muestras como, nada más y nada menos, que una selección de los fondos del centro; Minimalismos, un signo de los tiempos; Huellas de luz. El arte y los experimentos de William Henry Fox Talbot, Lucio Muñoz y Alberto. Este centro, fundado en 1988, se encuentra también a punto de acometer una ambiciosa reforma y ampliación, que dirigirá el arquitecto francés Jean Nouvel. No va a la zaga la Fundación Thyssen, que en pleno estío se ha atrevido con Canaletto, una Venecia imaginaria, que procedente de Barcelona estará abierta hasta el 2 de septiembre.

Pero los alrededores de los parques temáticos de diseño suelen albergar zocos que han pervivido de otras épocas. Por 800 pesetas, los Smith, Müller o Dupont pueden inscribir su nombre en un cartel de toros junto a José Tomás o El Juli.

Dos visitantes contemplan <b></b><i>La familia de Carlos IV</i> de Goya, en el Museo del Prado.
Dos visitantes contemplan La familia de Carlos IV de Goya, en el Museo del Prado.GORCA LEJARCEGI
Una de las salas del Museo Guggenheim de Bilbao.
Una de las salas del Museo Guggenheim de Bilbao.TXETXU BERRUEZO

Tiempo para el arte

El verano es tiempo para el arte. Redescubrir el placer de deambular tranquilamente por museos y exposiciones sin prisas, sin agobios. Para el amante del arte contemporáneo la cita es en el Mediterráneo. La bienal de Valencia, con 900 millones de pesetas de presupuesto, tiene como objetivo promocionar la ciudad con el gancho de nombres internacionalmente conocidos. En las Atarazanas del Puerto se presenta el trabajo de 12 artistas rusos; en L'Almodí, una instalación espectáculo sobre los desastres de la guerra ideada por el realizador Emir Kusturica y el dramaturgo Mladen Materic. De las muchas propuestas con las que la bienal salpica la ciudad (www.bienaldevalencia.com) destaca la exposición El cuerpo del arte, una selección de más de cien artistas cuyo diseño han realizado el crítico Achille Bonito Oliva y el cineasta Peter Greenaway. Y en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) hay exposiciones dedicadas al arquitecto e ingeniero Santiago Calatrava, al fotógrafo Christopher Makos, al artista italiano Gabriele Basilico y al pintor Ràfols-Casamada.

La trienal de Barcelona (www.bcn.es/BarcelonaArtReport), con un presupuesto de 400 millones de pesetas, presenta exposiciones dedicadas a la visión urbanística de los cineastas y al arte actual africano en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, complementada con sesiones nocturnas y gratuitas de cine africano. El Museo de Arte Contemporáneo presenta una antológica de arte político titulada Antagonismos, que se complementa con la dedicada al nuevo documental en la sala La Capella. Y en el Centro de Arte Santa Mónica, Trans Sexual Express Barcelona 2001, una polémica mirada a los cambios de los roles sexuales en los últimos tiempos. Y en la Costa Brava, el Teatro-Museo Dalí de Figueras abre por las noches.

En el Cantábrico, el foco artístico del verano se concentra en Bilbao, cuyas calles y plazas se han llenado con 175 vacas, de fibra de vidrio y a tamaño natural, realizadas por artistas y alumnos de diferentes escuelas. Pero el motor artístico de la ciudad sigue siendo el Guggenheim, que amplía su horario en verano hasta las nueve de la noche y que ofrece un horario nocturno de visitas del 20 al 24 de este mes, y donde se pueden visitar los proyectos con televisores, vídeos e instalaciones del coreano Nam June Paik o de los diseños de moda de Giorgio Armani. En San Sebastián, el Centro Kursaal muestra las creaciones de otro modista, Cristóbal Balenciaga.

Y más, desde la exposición dedicada al arte Omeya entre los siglos VIII al XI, en Córdoba, hasta la modernidad de la británica Gillian Wearing, en el Centro Galego de Arte Contemporáneo de Santiago, el territorio español está salpicado de arte este verano.

Información realizada por Marta Nieto, Rosa Biot y Catalina Serra.

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