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Reportaje:Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO

El dragón dormido

Las chinas pasan inadvertidas, pero el regreso del técnico Ma Junren despierta sospechas

Santiago Segurola

Hace ocho años, las atletas chinas visitaron el futuro y lograron unos récords mundiales inimaginables. Nadie espera que de aquí a 15 o 20 años se derriben las marcas de Qu Junxia y Wang Yunxia en las carreras que van de los 1.500 metros a los 10.000. ¿Quién se atreve a soñar con batir los 8m 6,11s en los 3.000 metros cuando las mejores no bajan de 8m 20s? La barrera de los cuatro minutos es la que ahora define a las grandes del 1.500, pero eso queda muy lejos del récord de Qu Junxia, 3m 50,56s, prohibitivo para esta generación y algunas de las siguientes.

Aquella explosión ocurrió en 1993 y coincidió con los Mundiales de Stuttgart, en los que las chinas arrasaron en el fondo y el semifondo, a veces con tres representantes en el podio. Un mes después, en sus campeonatos nacionales, redifinieron los ránkings mundiales con seis y hasta siete atletas entre las diez primeras. 'Aquello fue un mal sueño', según la irlandesa Sonia O'Sullivan, la más castigada por la invasión de la armada de Ma Junren.

Aquel viaje al futuro terminó pronto. Desde 1993, las chinas casi han desaparecido del mapa en medio de una oleada de sospechas -confirmadas con positivos- sobre el dopaje en la natación y el atletismo. Junren, el hombre que apareció al frente de los éxitos de China, desapareció entre rumores sucios. Se habló de la explotación de sus atletas, de técnicas salvajes de entrenamiento, de una marcialidad más propia de los marines. También se habló de su enriquecimiento a costa de sus fondistas y de la rebelión de la mayoría, varias de las cuales -con Wang Yunxia a la cabeza- le abandonaron. El motín coincidió con el clamor contra las prácticas de China en el atletismo y la natación.

En 1994, unas jóvenes de grandes hombros, voz profunda y exceso capilar ganaron 12 de los 16 títulos en los Mundiales de natación en Roma. El deporte quedó conmocionado. De repente, había dos planetas: el chino y el de los demás. Y la distancia era sideral. Las denuncias se multiplicaron. Resultaba necesario destripar el secreto de China. Con unos buenos controles antidopaje, mejor. Bingo. Poco después, siete de las mejores nadadoras dieron positivo en los Juegos Asiáticos.

La amenaza surtió efecto. En los últimos siete años, China sólo ha obtenido un éxito en las grandes competiciones atléticas. Fuera de la victoria de Wang Junxia en los 5.000 de los Juegos de Atlanta 96, se ha evaporado en la misma proporción que Junren, el hombre que sostenía tesis inverosímiles para explicar los éxitos. A modo de suplemento a los duros entrenamientos en las altas mesetas de Yunnan, decía que sus atletas se nutrían con sangre de tortuga, hongos de gusano y carne de pollo negro. Los escépticos sostenían que, detrás de esa dieta tan orgánica, se ocultaba un potente dopaje.

Junren, que desapareció de escena tras un grave accidente de automóvil y la detección de un cáncer de laringe, terminó por representar un grave peligro político para China. Los éxitos de sus atletas fueron tan clamorosos que los demás países temieron la instauración de un sistema similar al de la RDA en los 70 y 80. Y eso no facilitaba las cosas a un país que buscaba los Juegos de 2008.

Apenas un mes después de la designación de Pekín como sede, estos Mundiales no ofrecen señales novedosas sobre las chinas. Siguen pasando tan inadvertidas. Pero algunos datos permiten elucubrar un futuro distinto. Junren vuelve a adquirir protagonismo. Discretamente, ha sido incluido como directivo de la federación, una novedad en la situación de un hombre caído en desgracia y que ha declarado que el interés de China no está en los Mundiales, sino en la Universiada que se celebrará en las próximas semanas en Pekín.

El mundo estará atento a lo que allí suceda. Si las chinas despegan de nuevo, será razonable pensar en el despertar del dragón obligado a dormir por cuestiones de Estado. Donde mandaba la elección de Pekín 2008 no mandaba Junren.

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