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Reportaje:MÚSICA

LA MÚSICA SURREALISTA LLENA EL CASTILLO QUE DALÍ REGALÓ A GALA

El percusionista valenciano Josep Vicent reinterpreta el mundo daliniano con el estreno del espectáculo 'Surrealismo. Las moscas tocan Poulenc', en el caserón medieval de Púbol que habitó la musa del pintor y donde está enterrada.

Unas 200 personas llenaron casi por completo en la noche del martes el aforo previsto en el patio del castillo medieval de Púbol (Girona), uno de los tres vértices del triángulo daliniano en L'Empordà, junto al teatro-museo de Figueres y la casa-taller del pintor en Portlligat (Cadaqués), para asistir a un concierto organizado allí por la Fundación Gala-Salvador Dalí.

Teniendo en cuenta que el lugar, la casa-castillo que Dalí regaló a su esposa Gala en 1970 -al que el pintor no podía acceder sin el permiso previo y por escrito de ella y que desde 1982 acoge en los sótanos transformados en panteón los restos de la musa- es uno de los lugares de peregrinación del culto daliniano, no podía tratarse de un convencional concierto estival al aire libre y debía tener algo que lo singularizara. Así, la sesión tuvo un carácter deliberadamente surrealista y en él se estrenó, interpretada por el propio autor, la obra Surrealismo, las moscas tocan Poulenc (Dedicado a Carles Santos), de Josep Vicent, completísimo músico valenciano especializado en percusión, dirección y composición.

La obra es una amalgama de obras diversas, en donde se enlazan sin solución de continuidad obras del propio Vicent con otras de Xenaquis, Rezewsky, Smadbeck y Jos Zwaanenburg, flautista que también intervino en el espectáculo, junto a Vicent y Paul Power, encargado de la manipulación electrónica del sonido, en la interpretación de Surrealismo.

La obra fue encargada originalmente al pianista y compositor valenciano Carles Santos y a Josep Vicent, pero el músico primero, afectado por una lesión en una mano, no pudo cumplir con el encargo y finalmente fue Vicent, en solitario, pero con la bendición de Santos -uno de sus padres espirituales- quien asumió la tarea de poner en pie el espectáculo musical surrealista.

Josep Vicent, que probablemente tira más hacia el dadaísmo y la performance que al surrealismo puro -¿a quién le interesan estos detalles ahora?-, es un percusionista sorprendente, de una técnica completísima en toda la inmensa variedad que ofrece la percusión y con un espíritu explorador que le lleva a investigar con las posibilidades tímbricas de las macetas de barro. Inesperadamente la emprendió a martillazos con una de ellas, formaba parte de la actuación surrealista, pero fue una pena, era la maceta que ofrecía un timbre más puro y delicado.

Tras el concierto-espectáculo, que duró aproximadamente una hora, se ofreció a los asistentes la posibilidad de realizar una visita nocturna al castillo. El viejo caserón medival está decorado todo por un Dalí tardío que practicaba un surrealismo domesticado e inofensivo, que ya no era proyecto de vida, sino solamente estilo decorativo, pose y reclamo para turistas (el castillo abrió sus puertas al público como museo daliniano en 1986). En él, ya vieja, pero obligada aún, como Dalí, a representar el personaje que se habían inventado, vivió Gala los últimos años de su vida y allí, en la bodega -aunque le llamen cripta, aquello es la bodega que debe tener toda casa de payés- está enterrada.

En el piso superior, en un arcón, se conserva la pequeña discoteca de Gala, que no era precisamente una discoteca de música contemporánea. La esposa y musa de Dalí, como buena parte de los artistas plásticos y literatos del siglo XX, no se interesaba por la música contemporánea en su vida privada; en su pequeña discoteca predominaban las óperas wagnerianas. El castillo tiene, sin embargo, una piano de media cola de color marrón, que a buen seguro amenizó alguna velada musical de Gala. Al menos eso es lo que se deduce al ver la fotografía en la que ella aparece en un sillón escuchando a un joven y atractivo rubio tocando ese mismo instrumento, que se exhibe junto a otros retratos de Dalí y su esposa con personalidades célebres del mundo de la cultura que se muestran en una de las estancias del caserón.

¿Gala Dalí o Gala Éluard?, se preguntaba en voz alta Josep Vicent durante el concierto aludiendo a los dos hombres con los que estuvo casada la musa del pintor surrealista. Quizá ni la una ni la otra. Esa misteriosa, inteligente y ambiciosa mujer, de nombre auténtico Elena Ivanovna Diakonova, nacida en la lejana Kazán en 1894, maestra de escuela de profesión y que tras patearse el mundo acabó con sus huesos en Púbol, adonde llegó en un enorme Cadillac negro matrícula del Principado de Mónaco permanentemente aparcado en el castillo, probablemente no fue de nadie.

Josep Vicent, durante el concierto <I>Surrealismo</I>.
Josep Vicent, durante el concierto Surrealismo.PERE DURAN

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