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El arte del modisto Balenciaga reivindicado con una exposición que refleja el vanguardismo de sus diseños

Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895/Valencia, 1972) era un modesto costurero cuando se trasladó de San Sebastián a París en la segunda década del siglo XX. Pero inició allí una extensa y brillante trayectoria que acabó por convertirlo en diseñador de alta costura y en uno de los guipuzcoanos más universales. Su historia, repleta de glamour y grandes nombres, puede conocerse desde hoy en la completa retrospectiva que presenta la sala-Kubo de Kutxa en el centro Kursaal de San Sebastián.

De París a San Sebastián, que permanecerá abierta al público hasta el próximo 15 de octubre, reúne más de medio centenar de trajes, vestidos, sombreros y otros accesorios creados por el modisto, diseñador sofisticado, que rompió con los cánones de la época, cambió la estética de las pasarelas de moda y las convirtió en auténticas salas de exposiciones. La capital guipuzcoana no reconocía la figura del modisto desde 1987 y aún queda lejos la apertura del Museo Balenciaga en Getaria, prevista para 2004. Por eso, la inauguración de la muestra, fue ayer todo un acontecimiento que reunió a personalidades como Paco Rabanne y a coleccionistas de la obra del diseñador. En un lugar en el que se consagró además la fusión de la alta costura, con la vanguardia arquitectónica del conocido edificio de Rafael Moneo.

La muestra, diseñada por Hemen Art, supone un recorrido completo por la biografía de Balenciaga. 'Barremos todas las décadas desde que se inició en la alta costura', explica el comisario de la exposición, Julián Argilagos. No faltan tampoco documentos, bocetos y proyecciones que ayudan a entender sus logros y a contextualizar la realidad de la época.

De hecho, la exposición arranca con la proyección de un vídeo, con imágenes inéditas, sobre el San Sebastián de los años 20 y 30: la Reina Victoria Eugenia, las corridas de toros, la vieja playa de La Concha..., junto a planos de las casas que el artista poseía en San Sebastián y París, fotografías junto a Coco Channel o instantáneas del equipo que trabajó con él.De París a San Sebastián es un canto a la innovación y supone un repaso a la cronología completa de la obra de Balenciaga. En el espacio central de la sala-Kubo se exhiben 57 trajes, vestidos, conjuntos, capas largas, abrigos, sombreros, bisutería y otras prendas -en su mayoría pertenecientes a la colección de Hubert Givenchy-, realizadas por el modisto en sus últimos años de actividad. Muchas de estas piezas se muestran por primera vez.

Los diseños se alzan sobre un suelo de arena y tras unos cristales que realzan las depuradas líneas diseñadas por Balenciaga. Es precisamente ahí donde pueden verse los trajes que vistieron algunos de sus más importantes clientes; desde la duquesa de Bismarck, a la Marquesa de Cuevas o Charlton Henry. El más antiguo data de 1912, pero hay piezas de todas las épocas, prendas confeccionadas en lino, raso, seda, con plumas, pasamanería y diversidad de cortes. 'Es una colección de gran valor en cuanto a diversidad de tejidos y originalidad en los diseños', señala el comisario. Diseños que han servido de guía a los modistos de hoy como resumió ayer Paco Rabanne: 'Balenciaga fue un ejemplo de sabiduría, talento y trabajo fantástico para todos. Todo el mundo de la moda se sirve de sus creaciones porque inventó tantas cosas que incluso yo, reaccioné con él como un hijo con su padre al hacer lo contrario que él. Sus modelos son como sueños de perfección total del arte del genio del ser humano'.

Fue Balenciaga quien hizo que los tejidos se convirtieran en la segunda piel de la mujer. 'Quien la despojó de corsés y otros elementos y optó por las líneas rectas para darle otro aire con nuevos materiales y colores', señala Argilagos, conservador de la Fundación Balenciaga.

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En la exposición puede verse la primera túnica negra y recta que el modisto presentó en Nueva York en 1957, la prenda diseñada para el Orfeón Donostiarra, el vestido que lució María Elena Arizmendi en la inauguración del antiguo Kursaal donostiarra y seis trajes de novia. Uno de ellos lo vistió en 1965 la mujer del ex alcalde de San Sebastián, Ramón Labayen. También figuran prendas, muebles y objetos personales de Balenciaga y 23 sombreros, 18 de ellos, de la Colección Marquesa de Cuevas.

El origen de la trayectoria de Balenciaga hay que buscarlo en su propia casa. Su madre regentaba un taller de costura en Getaria. En 1910, con tan sólo 15 años, se trasladó a vivir a San Sebastián junto a los Marqueses de la Casa Torre. Su inquietud por la alta costura les llamó tanto la atención que decidieron enviarlo a París. Allí adaptó la moda parisina a su estilo personal y con 19 años regresó a la capital guipuzcoana, donde fundó la primera Casa Balenciaga -que llamó EISA más tarde- y tuvo como clientas a las reinas María Cristina y Victoria Eugenia.

El diseñador abrió delegaciones en Madrid y Barcelona y paseó sus diseños por diferentes países hasta instalarse definitivamente en París en 1937. Fue después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirtió en figura imprescindible de las pasarelas. Diseñó trajes para personalidades relevantes de Europa como la Duquesa de Windsor, Helena Rubinstein o Fabiola de Bélgica, causó furor con sus vestidos saco, las mangas melón, los vestidos túnica y las faldas balón, que pueden verse en la muestra y, poco a poco, comenzó a comercializar también perfumes y accesorios de moda.

Pero no se acomodó en el éxito; al contrario, encaminó su labor hacia la búsqueda de nuevos tejidos y en 1965 creó los primeros impermeables transparentes de plástico. Sus innovadores diseños le valieron todo tipo de reconocimientos. 'Es el maestro de todos nosotros', dijo Christian Dior. El modisto cerró su establecimiento de París en 1968, el de Madrid un año después y en 1972 aceptó su último trabajo antes de morir: diseñar el vestido de novia de la Duquesa de Cádiz.

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