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Columna
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Mienten

No hay tregua para el Barça. Los chefs de su contaminada cocina han vuelto a preparar el plato típico de la casa: el pollo de pretemporada. Ahora resulta que a Rivaldo no le pagan la locura que le prometieron y que lo querían vender pero se giñaron después de los tres goles que el crack más rentable de los últimos tiempos le marcó al Valencia. El brasileño califica la situación de insostenible y confirma los presagios que insinuaba su paranoide biografía, a la presentación de la cual no asistió ningún directivo. Las relaciones entre Rivaldo y sus jefes están podridas. Todo empezó con un engaño, la noche en que, aconsejados por Serra Ferrer, Núñez, Gaspart y Minguella se llevaron a Rivaldo del Depor. Le dijeron que jugara bien y que ya le subirían el sueldo. Rivaldo les tomó la palabra. Con un Van Gaal que intentó domarlo a libretazo limpio, practicó un fútbol maravilloso pero egoísta y consiguió dos ligas, no para integrarse con su afición o sus compañeros sino para ser el mejor del mundo y justificar el aumento. Un aumento que, por cierto, nunca cobró y que provocó una guerra que terminó, en teoría, con la llegada de Gaspart a la presidencia. Con su perfil de hotelero que va dando la razón a todo el mundo para llegar a mañana, Gaspart le dio el OK a Rivaldo, repitió que el crack no estaba en venta incluso en chino mientras su otro yo le buscaba comprador. Que nadie se sorprenda: los actores de este enésimo vodevil indigno del club al que dicen servir son los mismos de siempre. Ahora han traído a Saviola para que, si Rivaldo se va, el escándalo quede amortiguado, ya que a la masa social le importa más el dinero que pueda ganar con el traspaso que la continuidad de un jugador que, por orgullo, nunca se dejó adorar. En trece meses habrán perdido a Figo y Rivaldo, dos ejemplos de este nuevo fútbol en el que sólo importa la cotización en bolsa y al que tanto han contribuido los disparates de Núñez, Gaspart y Minguella. De propina, habremos perdido también a Guardiola, el único que se dio cuenta de que esto no tenía remedio. En cuanto al Barça, pese a los esperanzadores cambios aprobados por una asamblea de compromisarios a la que se ocultó el impago de lo prometido, sigue siendo esclavo de su metodología de trilero. ¿Lo más triste? Descubrir que Rivaldo le metió tres goles al Valencia para reivindicarse ante los que tenían que pagarle los 600 kilos. Y confirmar que entre las muchas mentiras que dicen Gaspart y sus compinches está repetir que ya no mentirán más, ni siquiera en chino. Y lo peor es que, cuando lo dicen, se lo creen.

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