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Columna
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Iluminada

José Luis Ferris

Iluminada García-Torres es, sin miedo a equivocarme, una pintora esencial; y, si me apuran mucho, diré incluso que es una artista necesaria. El descubrimiento reciente de su obra ha despertado mi espíritu reivindicativo y hasta mi instinto de barricada para denunciar desde aquí el lugar que se merece en el podio de la plástica contemporánea. Y no es un riesgo (en todo caso, sí un deber) decir que la obra de esta ilicitana comprometida como pocos con el arte -al menos de ese modo tan untado de talento y de verdad- tiene ganado un espacio en la pintura española del último cuarto de siglo. Ya sé que más de veinte años en Madrid, una etapa en Londres y su reciente regreso a Alicante no dicen demasiado, pero vayamos por partes.

García-Torres pertenece, por edad y por visión, a la generación de los Novísimos, la de Félix de Azúa, Carnero y Gimferrer, y aunque su disciplina no sea precisamente literaria, comparte con ellos la escocedura de lo clásico, la sobriedad y una estética de semejante factura. Discípula destacada de Antonio López en la Escuela Superior de BB AA de San Fernando, en Madrid, alberga una impecable formación pictórica que pronto se traduce en una obra figurativa de asombrosa madurez, de luz personal y pincelada precisa. La fascinación llegó después, tras descubrir en el Museo del Prado la escultura de Ariadna. El encuentro hizo que Iluminada se enfrentara al misterio de la estatua y más allá de la piedra o su estructura, hallara en ella su música secreta. El arte fue desde entonces la puerta misma de la vida, el vano que conduce al espacio callado, al territorio del silencio, a los objetos inorgánicos entre sombras que vibran y que pulsan la armonía. Después y desde hace diez años, el hilo de aquella Ariadna circula por la abstracción de sus Combinables y ese Trazado espacial continuo que es sustancia geométrica, orden matemático, pero también latido humano, trazo único y razón poética. Insisto. Descubrir a Iluminada García-Torres es tan necesario como leer a Kavafis o a Miró. Después de Eusebio Sempere y Juana Francés, Alicante debe agradecer un hallazgo como éste y tomar las oportunas medidas.

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