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El ICUB adelantó tres días el cierre de la intervención de Santiago Sierra

La intervención urbana del artista madrileño Santiago Sierra en el puerto de Barcelona, consistente en el encierro de inmigrantes en la bodega de un barco de transporte, acabó tres días antes de lo previsto. Los responsables del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) que se encargaban de la coordinación de la acción decidieron dar por acabada la intervención el jueves por la noche ante la tensión que habían vivido ese día por no poder controlar la situación laboral de los inmigrantes que querían participar en la acción.

El artista, Santiago Sierra, ya no se encontraba entonces en Barcelona y había delegado el funcionamiento de su acción, con la que pretendía denunciar la mercantilización de las personas, en manos del equipo coordinador de la trienal Barcelona Art Report, en la que se enmarcaba su intervención. Según señaló ayer Carmina Borbonet, directora ejecutiva de la trienal, el motivo de la suspensión de la intervención fue doble. 'Al parecer, se corrió la voz entre los inmigrantes de que allí había un trabajo y hubo momentos de tensión porque había más gente de la que podíamos asumir', explica. 'Además, algunos de ellos no tenían los papeles en regla y era complicado comprobar todos los casos. El jueves vivimos una situación un tanto violenta porque de los 25 que se presentaron sólo ocho tenían el contrato y no podíamos arriesgarnos a dejarlos subir al barco'. Por otra parte, añade, las condiciones climatológicas, con mucha humedad y calor, habían convertido el interior de la bodega de la barcaza en un espacio realmente agobiante. 'Se sumaron muchos problemas y decidimos suspender la intervención', concluye Boronet.

La intervención de Santiago Sierra, que se encuentra en Cerdeña y ayer no pudo ser localizado por este diario, consistía en el encierro de 20 inmigrantes, aunque la cifra fue variando según los días, en la bodega de una barcaza que recorría el puerto desde el Maremàgnum hasta el embarque de las golondrinas. Los inmigrantes, que en principio tenían que tener los papeles en regla y estar contratados y dados de alta en la Seguridad Social, cobraban 4.000 pesetas diarias por permanecer tres horas (entre las 18 y las 21 horas) en el interior del barco.

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