Hace 10 años, Indurain
Perico Delgado y Eusebio Unzue cuentan el Tour del 91
Hace 10 años, la primera semana de julio de 1991, Miguel Indurain no existía.
Era la España del periquismo, del ciclismo exagerado espectacular, que se preparaba para sufrir otro Tour, que soñaba con una recuperación mágica del Perico Delgado que llegó tarde al Tour del 89 y que corrió enfermo el del 90, que suspiraba por un hundimiento inapelable de Greg LeMond y Laurent Fignon, los últimos dueños de la grande boucle.
Los deseos se cumplieron a medias. Se hundieron, definitivamente, LeMond y Fignon, los dos el mismo día, en el gigante Tourmalet, pero con ellos, en el mismo sitio, se fue Pedro Delgado. Se hundió Perico, pero en el mismo puerto, relevo simbólico y a la vez real, nació Miguel Indurain. Empezó a gestarse un mito que se convertiría en corredor imbatible, ganador de cinco Tours, todos seguidos, y que transformó las relaciones de los españoles con el ciclismo, con sus figuras y consigo mismos. España, el deporte español, entraba en Europa pedaleando con un gigante de Navarra que rompía todos los esquemas. Fue una avanzada de modernidad que hizo sentirse a los españoles por primera vez en la vanguardia.
El ciclismo, con Indurain, dejó de ser espectacular a la manera circense, dejó de ser una actividad de ataque, para convertirse en una espectáculo de reflexión y de defensa. De paciencia y de sabiduría.
Diez años después, con todo lo que ha llovido desde entonces, Eusebio Unzue, uno de los directores de Indurain, el hombre que profetizó que Indurain ganaría el Tour antes que la Vuelta (carrera que nunca consiguió), y Pedro Delgado, el mito que desaparecía en el Tourmalet, narran cómo se produjo aquel relevo, cómo fueron viendo llegar a Indurain, qué pasó en aquel Tour de 1991 que tanto transformó.
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