Del color a la sombra
Con esta obra, José Antonio se desmarca de su propia senda estética, explora sobre el mestizaje estilístico y entra en un arriesgado experimento de fusión que, como su nombre indica, debe ser visto con la perspectiva de un trabajo en progresión, de auténtico proceso, y donde todo no son aciertos. Y al hilo de esto es de rigor preguntarse qué lleva hoy al más solvente, capaz y talentoso de los coreógrafos actuales de la gran danza española, en su madurez, al hilo del equilibrista y sin red (lo que ya es mérito).
Además de su natural inquietud, es una urgencia de puntualizaciones en José Antonio acerca del fusionismo que asola inclemente al arte de la danza, pues esta obra, que no es perfecta, que tiene evidentes altibajos y que debe ser redibujada en su conjunto, está hecha a conciencia, con seriedad y sólido sentido coréutico.
Compañía Andaluza de Danza
Picasso : paisajes: José Antonio / José Nieto. Vestuario: Pedro Moreno. Invitados: María Giménez y Cesc Gelabert. Encuentros: José Antonio, Eva la Yerbabuena, Isabel Bayón. 50º Festival de Granada. Jardines del Generalife, Granada. 23 de junio.
Sin que suene a pretexto o justificación amable, esta vez el Generalife impuso su mole de naturaleza domada sobre la obra de danza; el marco incomparable jugó la mala pasada del abrazo mortal del mejor amigo con afán de protagonismo y por momentos, se tragó al ballet, lo que evidencia que este Picasso necesita otro espacio quizá menos natural para ser revisado y revisitado por el público y la crítica. Lo merece.
El ballet Picasso: paisajes se divide en tres cuadros: azul, rosa y negro, en referencia a algunas de las etapas tempranas del pintor malagueño. Paisaje azul resulta lento en su exposición y su principal valor está en el guiño que José Antonio hace a la danza expresionista europea de entreguerras y a Mary Wigman en particular. Poses encadenadas, caídas y recuperaciones, recursos dramáticos que dibujan líneas torturadas de trazo tenso y oscuro; los bailarines aparecen con zapatillas de media punta y lo español es un perfume lejano en poses y acentos.
En Paisaje rosa, la bailarina María Giménez aparece como referente icónico literal del cuadro de los saltimbanquis y está espléndida: con ella, el coreógrafo demuestra su poso académico (articulación de las baterías, braceo a lo Pavlova, giros lentos), lo que sabe recrear del vocabulario académico y sus desinencias estructurales; la intérprete resulta un poema visual, firme y virtuosa, delicada como un Meissen finisecular, frágil a la vez que compacta. Bravura hubo en sus fouettés múltiples, sus piruetas a balance y su breve pas de bourée, casi un pizzicato a lo Cecchetti.
Finalmente, en Paisaje negro la obra cambia a mayor en su formato y pretensiones, pero se hace densa, oscura en su lectura, que acaba en un tableau vivant sobre el Guernica; Cesc Gelabert hace del Picasso joven una severa reconsideración estilística y borda al arlequín. No queda claro -tampoco importa mucho- si se trata de otro cuadro (sabiamente inacabado): el hijo Pablo vestido de pierrot. José Antonio es Picasso adulto, vestido como el manager americano del ballet Parade, y estableciendo un contrapunto con Gelabert tanto en la forma como en el ritmo. Aquí los bailarines aparecen con zapatos de baile español y se añade el firme taconeo, pero nunca se impone.
El vestuario de Pedro Moreno da una sensación de poca elaboración formal.
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