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De Martioda a Los Goros

En las cercanías de Vitoria, una pequeña carretera local ofrece atractivos monumentales y paisajísticos

La salida de Vitoria hacia el Oeste conduce en unos pocos minutos a las que fueron en tiempos las principales posesiones de los Hurtado de Mendoza, con este pueblo como eje principal. Pero si el paseo se inicia en el atardecer de un día soleado, puede ocurrir que el conductor no perciba la cerrada curva de 90 grados que toma la carretera principal y siga recto por un estrecho camino local. No hay ningún problema. No se perderá; es más, descubrirá un interesante recorrido que comienza en Martioda y concluye en la cueva de Los Goros, en las laderas de la sierra Brava de Badaya, en lo que es un itinerario de gran interés monumental y paisajístico.

Nada más iniciar el paseo, llama la atención la torre de Martioda, que presenta un estado poco digno en comparación con la vecina de Mendoza (hoy convertida en Museo de Heráldica), pero que todavía mantiene la dignidad con la que fue levantada, en lo alto de una loma desde la que se controlan todas las aldeas de los contornos, desde los Huetos hasta Estarrona o Ullibarri-Viña. Además, supone un observatorio perfecto de la ruta medieval que unía Bilbao con Zaragoza y que pasaba a los pies de la colina, o de los pequeños caminos que, tras atravesar la sierra de Badaya, buscaban los puertos del Cantábrico.

Pero hay más. El orgullo de los señores que erigieron esta casa fuerte no dejó que, cuando se reformó la iglesia en el siglo XV, la torre del templo superase en altura a la del castillo. El autor de esta obra de ampliación fue el hijo bastardo de María de Mendoza, Juan, quien se tuvo que casar con una noble procedente de Soria, Andonza de Barrionuevo, ya que, dado su origen ilegítimo, no encontró dama de su alcurnia en Álava. Así lo recoge Micaela Portilla en sus artículos sobre las casas fuertes de los Mendoza.

Pero hoy día la torre no se presenta aislada, sino con unas edificaciones adosadas, que buscan otorgar a la casa un aire de palacio. Estas nuevas dependencias se levantaron en el siglo XVIII y parte de ellas se encontraban habitadas todavía a mediados del siglo pasado. Pero ya hacía tiempo que el linaje de los Martioda había entrado en declive. Signo de los tiempos que fueron concentrando en la cercana capital a los principales prohombres de Álava.

Hueto Abajo

Los que sí se mantienen como si no hubiera pasado el tiempo son los campos de cereal que acompañan al paseante en el camino a Hueto Abajo, la siguiente parada del viaje. Aquí llama la atención el cementerio, aislado en las afueras del pueblo, que lo hace todavía más pequeño de lo que es, un espacio de no más de 40 metros cuadrados.

Un poco más adelante se encuentra el núcleo de esta aldea (en el mejor sentido de la palabra), que cuenta con una de las iglesias románicas más interesantes de toda la zona, un templo sorprendente para la austeridad del lugar, con una magnífica portada de transición al Gótico y un ábside en el que se descubren tres ventanas románicas muy atractivas. Tiene fama su retablo dedicado a San Blas, del siglo XVI, y de influencia flamenca.

A su alrededor, las aguas medio estancadas del río han conformado una especie de balsa, dominada por el croar de las ranas, que acompañan el paseo por el pueblo hasta que se llega al otro atractivo de Hueto Abajo: una edificación de gran dignidad, hoy en ruinas, pero que todavía mantiene en uno de sus costados un torreón fortificado.

El siguiente paso llega con el final de la carretera. A escasos dos kilómetros, se presentan las casas de Hueto Arriba, también con su iglesia románica como principal referencia. Si aquélla estaba consagrada a San Vicente, ésta se dedica a la Natividad de Nuestra Señora, en lo que se aparece como un reparto de papeles más que claro entre ambos templos. La portada es claramente románica, como el ábside, y destaca su espadaña de tres huecos que cobija sendas campanas más que suficientes para llamar la atención de todos los vecinos de las inmediaciones.

A partir de aquí, hay que abandonar el automóvil. El camino hasta la cueva de Los Goros se pude hacer a pie, o en caballería, que no es el caso de este paseo. Cabe también la opción de un todoterreno o de las motocicletas de cross, pero su uso por la sierra Brava de Badaya sería un insulto a la propia sierra y a los centenares de animales (salvajes y domésticos) que campan a sus anchas por estos bosques.

Así que, una vez abandonado Hueto Arriba, el itinerario hasta las cuevas de Los Goros continúa por un camino más que bien señalado. El cauce del río es una buena opción para estas fechas estivales. Sin ningún riesgo, se puede ir subiendo poco a poco hasta las laderas de Badaya, en un paseo umbrío, exento de dificultades y en el que se pueden descubrir las huellas de la erosión o los estragos de las últimas riadas.

Aquellos que no sean aficionados a la mínima aventura tienen que procurar no llegar hasta el final del cauce y coger el camino, que cruza por el río en dos o tres ocasiones. Es la manera más sencilla de poder acceder con comodidad a las cuevas de Los Goros, origen de este río ahora seco y, también, de algunos de los descubrimientos arqueológicos más interesantes de Álava.

La primera descripción completa de la gruta fue realizada a mediados del siglo pasado por el Grupo Espeleológico Iradier. Sus miembros son también los responsables del hallazgo de una hebilla labrada en plata de origen visigodo, fabricada hacia el siglo VIII. La ubicación de esta joya (menos casual que intencionada, ya que parece fruto de un enterramiento) supuso en su tiempo todo un cambio en cuanto a la presencia de los visigodos en la Península Ibérica. Ahora, una vez restaurada, se puede disfrutar de su visión en el Museo de Arqueología de Vitoria.

Desde aquí, los más atrevidos pueden seguir paseando en busca de la cumbre de Ganalto, una de las cimas de la sierra de Badaya. La otra opción es dar la vuelta, regresar por el mismo camino, y disfrutar de la compañía de un apetecible refresco en la sidrería de Hueto Arriba.Cómo llegar: Martioda, Hueto Abajo y Hueto Arriba se encuentran a las afueras de Vitoria, pero la separación con la ciudad es radical, de tal modo que no se aprecia esa vinculación con la capital alavesa. La carretera que hay que tomar es la que va hacia Asteguieta (donde se encuentra el centro comercial Eroski), y luego seguir por la A-3302 hasta el cruce con la A-4310 que conduce a estas tres localidades. Al final de la carretera comienza el camino a la cueva de Los Goros.

Alojamiento: La cercanía con Vitoria no colabora para la instalación de alojamientos de agroturismo. Los más cercanos se encuentran en las localidades de Apricano, casa Maribel (tel. 945 362818), de Murua, Guikuri (945 464084), y de Elosu, Atxarmin (945 455087). Ya en las cercanías de Vitoria, se pueden encontrar hoteles con encanto, como el Palacio de Elorriaga (945 263616) o el Parador de Turismo de Argomaniz (945 293200).

Comer: En Hueto Arriba, se encuentra el único restaurante de todo el recorrido, el asador Borda-berri (945 403385). La siguiente opción, nada despreciable, es acudir hasta los establecimientos de la capital alavesa. Entre otros, se pueden citar clásicos como El Portalón (945 142755) o Zaldiaran (945 134822), nuevas promesas como El Clarete (945 263874) o asequibles a todos los bolsillos: Iñaki (945 132297) o El Siete (945 272298).

Vista de la Torre de Martioda desde la plaza del pueblo.
Vista de la Torre de Martioda desde la plaza del pueblo.PRADIP J. PHANSE

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