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Reportaje:

Cuando el cuerpo rechaza la leche

La intolerancia a la lactosa ocurre por un déficit de la enzima que la absorbe

El 10% de la población blanca, el 50% de la oriental y alrededor del 90% de la negra presenta intolerancia a la lactosa o hipolactasia, que se caracteriza por un déficit de la enzima intestinal (lactasa) responsable de la absorción de la lactosa. Esta intolerancia se manifiesta con flatulencia, malestar, dolor abdominal o diarrea al consumir productos que contienen este azúcar, especialmente la leche. Existen dos tipos de hipolactasia, la primaria tipo adulto, la más común y determinada genéticamente y, la secundaria o transitoria, una situación frecuente que se produce en los niños después de una enfermedad del intestino delgado como la gastroenteritis.

Estos datos resultan menos sorprendentes si se acepta la teoría actual que afirma que hace miles de años los seres humanos sólo se alimentaban con leche durante los dos primeros años de su vida y, con el paso del tiempo, perdieron la capacidad para digerirla. Cuando los seres humanos se hicieron sedentarios, algunos recuperaron esta función y otros no, apareciendo así la intolerancia a la lactosa o lo que en términos médicos se conoce como hipolactasia, es decir, la ausencia parcial o la baja actividad de la lactasa, la enzima intestinal que se encarga de la absorción de la lactosa, el principal azúcar de la leche.

'Las personas que no digieren bien la leche, tanto niños como adultos, empiezan a rechazarla de manera intuitiva a partir de los dos o tres años porque no les sienta bien. Cuando la concentración de lactasa es normal, la lactosa se hidroliza y se absorbe a través del intestino'.

Distensión abdominal

'En las situaciones patológicas, cuando existe un déficit enzimático, la lactosa no se hidroliza lo suficiente y se produce distensión y dolor abdominal', explica Yamil Abunagi, del servicio de Gastroenterología del hospital San Rafael de Madrid. La aparición de los síntomas depende no sólo de la capacidad de digestión y absorción de la lactosa, sino que, además, según explica Carmen Ribes, del servicio de Gastroenterología Infantil del Hospital Infantil La Fe de Valencia, influyen otros factores, como la cantidad de lactosa ingerida -muchas personas no toleran la leche pero sí sus derivados, como el yogur, que contiene menos lactosa-, la velocidad del vaciamiento gástrico -a veces se toleran mejor los alimentos sólidos o semisólidos, como el queso, que en la forma líquida de la leche- y de la flora del colon.

Existen dos tipos de hipolactasia: la primaria tardía del adulto, que cuando aparece en los niños se denomina hipolactasia primaria tardía tipo adulto, y la hipolactasia secundaria. La primera persiste toda la vida y es de carácter progresivo. 'Es la situación que se produce cuando la lactasa intestinal disminuye en un 90% con respecto a los valores que se detectan en el recién nacido. Esta disminución puede aparecer entre los dos y los cinco años de edad, avanza progresivamente y no se recupera en edades posteriores', declara Ribes.

La hipolactasia secundaria o intolerancia transitoria a la lactosa es una situación frecuente en los niños menores de cuatro años cuando padecen una gastroenterocolitis aguda infecciosa, vírica, bacteriana o parasitaria. Como consecuencia de este déficit de lactasa, el 30% de los niños europeos presentan una diarrea persistente tras un episodio diarreico infeccioso.

'La hipolactasia secundaria también puede aparecer en los enfermos celiacos, en los pacientes con fibrosis quística, en aquellos que padecen resección intestinal o los que han sido operados de estómago e intestinos, entre otros', puntualiza Abunagi.

'La importancia de este cuadro clínico', destaca Ribes, 'estriba en su frecuencia y en la excelente respuesta clínica que se obtiene excluyendo o reduciendo la lactosa de la dieta. Con ello, se evitará el deterioro nutricional producido por la persistencia de la diarrea, así como restricciones dietéticas y tratamientos farmacológicos inadecuados'.

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