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Columna
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Bush

La visita del matrimonio Bush a España ha servido para reforzar los tradicionales lazos de amistad que unen a nuestros dos pueblos desde los tiempos de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, pero no pienso ahora en el heroico pionero, sino en Juan Goytisolo, responsable de una novela metáfora de nuestra esquizofrenia histórica: Reivindicación del conde don Julián. Los seres humanos emitimos señales que nos componen el imaginario asumido o canibalizado por los demás y las señales que emite el presidente Bush producen zozobras imperiales y contaminaciones atmosféricas por donde pasa, sin afectar al conde Aznar.

Poco podía esperar Bush que iba a ser en España donde encontrara el más alto nivel de receptabilidad política, como en aquellos tiempos de Eisenhower, cuando Franco estaba dispuesto a volver a enviar la División Azul a Rusia si el emperador le pasaba la mano por la cabeza y le susurraba: Ne me quittes pas! Franco se tragó los sapos retenidos en la garganta desde el turbio asunto de la guerra del 98 y gracias a él se inició una excelente relación con los Estados Unidos que ya de buenas a primeras nos reparó lotes de marines en las ingles de nuestras ciudades portuarias y de queso Cheddar y de leche en polvo para que crecieran nuestros escolares pobres, aunque los que seguíamos siendo pobres, pero no escolares de enseñanza primaria, nos quedamos sin queso y sin leche, y así estamos, irrecuperables. Descendiente de aquel venturoso impulso reformador de las grotescas y sovietizadas pulsiones antinorteamericanas, el presidente Aznar ha actuado como el conde don Julián de Goytisolo y ha comprendido que había llegado el momento de abrir los esfínteres patrios y penetraran por ellos la filosofía ecologista de Bush y su talento estratégico para defender a Occidente de lo que sea, pero defenderlo al fin y al cabo y mantener así el esplendor de la industria armamentista, a la que los Estados Unidos le deben la hegemonía militar, hormonal, ética, estética.

Heroica, venerable, modernizadora traición la del nuevo conde don Julián, demostración de que hasta él llegaron aquellos versos ejemplares: España es la patria mía y la patria de mi raza, / engendraste un Nuevo Mundo y al viejo vuelves la espalda.

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