Historiador de la medicina
El autor repasa la labor del investigador fallecido
Ha sido su texto testamentario, aún inédito, La empresa de envejecer: 'ser plenamente hombre y vivir como tal, tanto en la versión masculina como en la versión femenina de la humanidad, consiste en concebir y realizar la propia vida como empresa personal..., y en realizarlo en la serie de proyectos que en su ejecución sucesivamente exigirá... Mi problema es: afectando a la empresa de vivir como persona, ¿de qué modo se hace empresa personal el envejecimiento?'.
La vida como hombre de Pedro Laín Entralgo ha estado plagada de proyectos que básicamente intentaban dar respuesta a dos grandes problemas: uno metafísico, esencial y trascendente para todo hombre que busca el significado de su existencia; otro intelectual e histórico, el ¿por qué? ha sido y es tan difícil la convivencia entre españoles (gracias Máximo por ese homenaje tan entrañable en tu viñeta). A caballo entre uno y otro se encuentra su producción científica. En uno de sus últimos libros Hacia la recta final afirma: 'dije en el primer capítulo de este libro que el recuerdo y la revisión son deberes de la vejez. Y ampliando la ética marañoniana de la senectud (la adaptación deber primordial del viejo), añadí que, si su cuerpo se lo permite, el viejo debe proseguir la ejecución de algo de lo que hizo, e incluso, si tanta es su osadía, iniciar la ejecución de algo nuevo. Éste es precisamente mi problema. Además de aprender lo que me enseñan las novedades que en lo mío vayan viniendo, y en primer término las que en torno a mí vayan alumbrando quienes llamándose asimismo discípulos son ya maestros míos, ¿en qué temas emplearé mis fuerzas restantes? Varias propuestas se levantan dentro de mí: continuar con la historia del conocimiento del cuerpo humano en que desde hace varios años estoy metido; completar mi último libro (El cuerpo humano. Teoría actual) con una exploración de cómo los artistas plásticos y los literatos del siglo XX han visto la realidad de nuestro cuerpo; desarrollar, en la línea de lo mucho que recientemente se ha dicho sobre la noción de estructura....'.
Como vemos, su proyecto final fue de historia y más en concreto de historia de la medicina, a la que había dedicado la mayor parte de su actividad intelectual.
Su idea sobre esta rama del saber médico la esbozó programáticamente en 1941 en el libro titulado Medicina e Historia, que tanto impactó a los consolidados profesionales germánicos de la disciplina. Allí expone las directrices metodológicas de su obra y sus supuestos fundamentales que ratificó básicamente en 1992 en un artículo titulado Para qué la historia de la ciencia. Podemos resumir en tres momentos implicados entre sí lo que aporta el conocimiento de la historia de la medicina, según Laín '... el conocimiento de cómo en el curso del tiempo se ha construido un saber científico, otorga a éste una consistencia mayor', en segundo lugar siempre que 'la validez del saber histórico' no sea un esclavo de la mentalidad historicista proporciona claridad y por último, para un científico bien nacido, el conocimiento de cómo en el tiempo se ha ido forjando su saber le otorga dignidad ética.
Como vemos, Laín no se conforma con una historia remedo del burdo positivismo imperante en muchas escuelas o la pseudo investigación histórica al servicio de los intereses apriorísticos. Su objetivo es una historia de la medicina objetiva, con un riguroso planteamiento heurístico, pero que trascienda a la pura descripción. Sólo su amplia formación humanística hacía posible este objetivo. Gonzalo Anes ha sabido muy bien, como director de la Real Academia de la Historia, poner de manifiesto esta faceta del Lain historiador de la medicina.
Desde el punto de vista de su temática central pueden distinguirse dos etapas. Durante la primera, hasta 1960 aproximadamente, sus estudios han estado principalmente consagrados al saber médico. En 1949, en su artículo Conceptos fundamentales para una historia de la anatomía expone la forma de saber y exponer el hecho morfológico, utilizando los conceptos de 'contenido y estilo anatómico', es decir, la manera de saber y exponer los hechos morfológicos, (que toma de la historia del arte) y que cambió radicalmente la forma de interpretar este saber médico. Algo similar podemos afirmar en sus aportaciones a la historia de la fisiología. En 1947 publicó Fisiología antigua y Fisiología moderna en el que se establecen los fundamentos de una limitación precisa entre ambas por medio de un análisis de sus supuestos básicos: naturaleza, causa, movimiento, conocimiento científico; explican el carácter intuitivo y esencialista de la antigua y el atenimiento de la moderna a la medición e interrelación de hechos. En 1947 aparece su libro sobre Claude Bernard y en 1948 el dedicado a Harvey, brillantes aplicaciones de esta abordaje. De la amplia serie de libros y artículos dedicados a la patología, destaca en esta primera etapa La historia clínica (1950), monumental trabajo, traducido a cinco idiomas, y la Introducción al estudio de la patología psicosomática.
La transición entre las dos etapas de su obra, la ocupa una serie de trabajos acerca de la historia de la terapéutica en la que merece especial mención La curación por la palabra en La Antigüedad Clásica (1958).
En 1962 apareció el trabajo en el homenaje a Marañón, La asistencia médica en la obra de Platón que abría un capítulo nuevo en la historia social de la medicina, mediante un manejo inédito de las fuentes. Éste fue el inicio de los estudios sobre la práctica médica, cuyo máximo exponente es el libro La relación médico-enfermo (1964). En la década de los 70 aparece La medicina hipocrática (1970), La medicina actual (1973), y La historia de la medicina (1977), etc. La impresionante obra de Laín ha hecho posible algo impensable en nuestro país: que bajo su dirección viera la luz en España una Historia Universal de la Medicina (1969-75) en siete volúmenes, y en la que han colaborado ciento veintisiete autores pertenecientes a dieciséis países. En palabras de Don Pedro: 'Lo que desde 1905 no había podido realizarse en todo el planeta, un pequeño grupo de hombres lo hemos logrado en este pequeño y áspero relieve del que limitan las aguas de nuestro Mediterráneo y de nuestro Atlántico'. Se había hecho realidad uno de sus más queridos proyectos, porque como reiterará más tarde, en 1993, en su Esperanza en tiempo de crisis: 'El saber histórico es un recuerdo al servicio de la esperanza'.
Emilio Balaguer Perigüell es catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad Miguel Hernández.
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