Debate y TV
Los días 28 y 29 se celebrará, en el Parlamento andaluz, el debate sobre el estado de la comunidad. Promete ser interesante. O no, que diría un escéptico. En fin, permanecemos atentos a la televisión, que nos retransmitirá el encuentro con lo más físico de los parlamentarios. Quiero decir que esos debates, siendo como son absolutamente necesarios, suelen ser, a causa de la televisión, más un motivo de lucimiento de todos los intervinientes, que otra cosa. Seguro que la intervención de los representantes de todos los grupos, y por supuesto la del presidente, sería menos actuada, o por decirlo exactamente, sobreactuada, de lo que es en esos debates, a causa de la presencia de la televisión. Hay una especie de acuerdo general sobre la bondad de las retransmisiones televisivas de los debates del Parlamento. Creo que es bueno que los ciudadanos podamos ver y oír a los políticos defendiendo nuestros intereses, y, si hace falta, poniendo contra las cuerdas al Gobierno. Lo malo es que no creo que cuando los vemos en esa especie de estreno teatral, en el que, desde la vestimenta a los gestos, pasando por la voz y la intención que ponen para quedar lo mejor posible y conseguir, cada cual, ser la estrella principal de la representación, estemos viendo la verdad parlamentaria. Ésa está en el trabajo de cada día, más que en las fiestas parlamentarias. El Parlamento es el lugar en el que al sentar a un representante, nos sentamos con él, y lo que hace lo hace porque tiene el mandato de quienes lo eligen. Por mucho que esté desprestigiado su trabajo, a veces desprestigio ganado a pulso, es un trabajo más que necesario, imprescindible. El debate sobre el estado de la comunidad es también imprescindible, necesario, importante y, sin embargo, es tanto lo que nos manipula, nos desideologiza y nos entontece, o lo intenta, la televisión, que no hay nada que nos libere de pensar que los discursos políticos pueden también quedar convertidos en nada, al pasar por la televisión. Por cierto, el presidente Chaves podría hacer añicos esa interpretación de la poca enjundia que suelen tener debates como el que nos espera, si llegara a él con alguna propuesta, sorpresiva e importante. En ese caso, curiosamente, la televisión multiplicaría en positivo el efecto de su discurso. De lo contrario, todo será como en una película ya vista y poco excitante.
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