Se fueron los isidros, aleluya
Las Ventas anunció novillada, se dio y no estaban los isidros, bendito sea dios. Los isidros, que uno a uno serán respetables ciudadanos pero juntos constituyen la peste, se habían marchado y la afición conspicua sólo por eso ya podía entonar hosannas y aleluyas. ¿Qué la novillada resultaba de las malas o de las irrelevantes? Pues daba igual, siempre que no hubiese allí isidros.
Se puede perder cuidado, de todos modos. Los isidros, que dieron la matraca durante toda la feria, no volverán hasta la próxima, eso si no se borran porque la fiesta les trae sin cuidado.
Los isidros, a figurar. Los isidros llegaban al tendido con el güisqui en la mano y se ponían a proclamar, voz en cuello, su absoluta ignorancia. Los disparates que se les oían a los isidros eran de los que tapan el sol. Llegan los disparates de los isidros a tomar cuerpo sólido, y se nos hace noche cerrada.
Millares / Vicente, Martín, Reina
Novillos de Manuel Ángel Millares (uno devuelto por inválido), muy bien presentados; bravos y nobles los tres primeros; 4º, con trapío de toro, manso y de feo estilo; 6º, también manso, pero con casta noble. 5º, sobrero de Alejandro Vázquez, bien presentado, manejable. Iván Vicente: estocada ladeada (ovación y salida al tercio); dos pinchazos -aviso- y estocada corta (palmas y saluda). Alberto Martín: estocada atravesadísima que asoma, capoteo de peones y descabello (palmas); estocada atravesadísima que asoma, tres descabellos -aviso- y dos descabellos (silencio). Juan de la Reyna, de Talavera de la Reina, nuevo en esta plaza: dos pinchazos, otro hondo y descabello (silencio); pinchazo, estocada corta caída perdiendo la muleta -aviso- y dobla el toro (silencio). Plaza de Las Ventas, 10 de junio. Menos de media entrada.
No solo los disparates. Porque los isidros querían además echar a los aficionados, sobre todo a los del 7. Muchos hasta llamaban a los guardias para exigirlos la expulsión. '¡Fuera el 7!' era el grito de guerra. Pero si, aparte el 7, había en otro tendido alguien a quien se le pudiera ocurrir algo crítico respecto a los toros y a los toreros (a efectos prácticos, algo que pudiera perturbar el triunfalismo desaforado de los isidros), también se llevaba su ración de improperios.
Mas, en fin, acabó la feria, los isidros se marcharon con la música a otra parte -aleluya, aleluya- y las corridas de toros ya se pueden presenciar en Las Ventas con el debido sosiego, valga la expresión. Y así fue en la novillada del día después. La verdad es que estábamos la música y acá. Y entre medias, grupos de colegiales norteamericanos, disciplinadas filas de japoneses, que saben de toros tanto como los isidros pero tienen la ventaja de que no son fatuos y se les nota mayor prudencia y educación.
Curiosamente, a los del 7 no se les oía. Los del 7, por raro que pudiera parecer, chitón. Alguien aventuraba que quizá se habían marchado también, siguiendo el ejemplo de los isidros. Ya se sabe que todo se pega menos la hermosura.Y, a todo esto, en el ruedo había una novillada preciosa. Reses de Manuel Ángel Millares estupendamente presentadas, con su bravura varias, con su casta todas, con su bronquedad el ejemplar cuarto, al que Iván Vicente presentó pelea con pundonorosa entrega. Vicente había logrado en el novillo que abrió plaza los mejores muletazos de la tarde; una muestra de toreo fino que le augura un buen porvenir.
Distinto fue el caso de Alberto Martín, que desaprovechó las excelencias del segundo con una faena más valentona que artística, y en el sobrero, de Alejandro Vázquez, muleteó torpón. Y, por añadidura, mató atravesando los novillos de mala manera.
Debutaba Juan de la Reina y fueron evidentes su voluntad de agradar y su valor, aunque se mostró verde, con inconcreto estilo y demediada técnica. Suerte que no estaban los isidros porque tuvo un respeto en los tendidos. Y se le aguarda para mejor ocasión.
Babelia
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