Mecenas de sus colegas de estudio
El octogenario Silvestre Montesinos financia una cátedra en la misma escuela de la que es alumno
Su aspecto es el de un empresario valenciano de la vieja escuela. Pero es una impresión que engaña. Vicente Silvestre es mucho más que eso. Montó su empresa de calderería en los años cuarenta con cuatro operarios y hoy en día continúa funcionando, pero con 20. No parece un industrial al que le guste perder el tiempo. Trabaja 14 horas al día y divide su tiempo entre su condición de alumno de la Escuela de Informática de la Politécnica y su empresa. A primera vista podría ser como cualquier otro industrial emprendedor que montó su pequeño taller de producción industrial y siguió trabajando con unos estudios mínimos de perito electricista. Pero no es así. Como si de un jovenzuelo de Silicon Valley se tratara, siguiendo la consigna de inventar en el garaje, Vicente Silvestre está dispuesto a invertir tres millones de pesetas en la creación de una cátedra que ofrezca una formación complementaria a los alumnos que finalizan sus estudios de informática en la universidad Politécnica y en el ámbito de la estructura de computadores.
'Voy despacio, pero no se equivoque: he saboreado las mieles de algunos sobresalientes y también matrículas'.
Don Vicente asiste con regularidad a varias clases de la universidad siguiendo su pasión por la informática. No le gusta quedarse quieto. Su casa es un laberinto de artilugios informáticos y su pasión es el estudio, además de la pintura. 'A mí lo que me interesa es aprender cada día; sea lo que sea. Me gusta la pintura y quería entrar en Bellas Artes, pero no pudo ser y entré en Informática; eso se ha convertido en mi pasión y en ello estoy. La cátedra es porque me parece que falta algo en la enseñanza y he sugerido una asignatura puramente práctica; a base de conocer'.
No tiene hijos, pero sí entusiasmo por el estudio y la investigación. La cátedra que financia deberá tener un máximo de 10 alumnos: él mismo asegura que será uno de ellos. El objetivo: realizar un recorrido histórico desde los primeros computadores hasta las modernas máquinas de hoy en día.
Se trata de 'estudiar los distintos elementos funcionales que componen un computador, analizando cada uno de ellos desde su estructura más elemental hasta su más alto nivel de investigación', afirma este empresario de ojos vivos y manos nerviosas entre los cables de su electrónica privada. De tal forma que la Cátedra Vicente Silvestre se dirige a los alumnos de la universidad que por su procedencia, generación u otros motivos no se encuentren especialmente familiarizados con las computadoras. El concurso público para proveer la mencionada cátedra entre los profesores de la Escuela de Informática ya está en marcha para el curso 2001/2002. Así de claro lo tiene el empresario-mecenas Silvestre, que en en 1989 introdujo el primer computador en su negocio. Adquirió dos sistemas, uno dedicado al diseño y el otro a la gestión.
'Me metí en este asunto porque no entendía a los técnicos y quería aprender por mí mismo'. Al contrario que otros colegas industriales que confiaron el organigrama informático de su empresa a técnicos especializados a los que había que pagar una nómina, Silvestre se implicó a fondo. 'Mi premio personal, abrir un pequeño camino de obra social'. La actividad impulsora de este self-made-man nacido en el barrio de Arrancapinos no termina aquí. Por segundo año consecutivo ha convocado un premio que lleva su nombre al mejor proyecto o trabajo informático con aprovechamiento social. Las bases consisten en que los autores deben ser alumnos de la Escuela Universitaria de Informática de la Politécnica de Valencia y el proyecto podrá ser realizado por un máximo de dos alumnos, al tiempo que podrá ser dirigido por un profesor de la misma Escuela. La dotación es generosa. 300.000 pesetas de las cuales 200.000 se destinan al primer premio y 100.000 al segundo.
El empresario no se limita a financiar estos estímulos para el desarrollo de las nuevas tecnologías en alumnos de la Politécnica. Él mismo se implica de manera directa. Bajo los cuadros naturalistas y óleos de estilo sorollesco que pinta en su casa afirma con poca disimulada modestia: 'Yo mismo estoy estudiando el segundo curso. Trabajo pocas asignaturas. Voy despacio; y no se equivoque, he saboreado las mieles de algunos sobresalientes y también de matrículas. Abarco poco, pero lo hago en profundidad'.
Para este empresario el Día de Santa Tecla, patrona de la Informática, tiene un sentido especial. No parece hablar en broma. Y cuando en su casa enseña al periodista los montones de apuntes redactados con donosura que inundan su mesa de trabajo, los cables de inventor estrafalario, y es preguntado por las reacciones de sus jóvenes compañeros de estudios, no puede evitar un guiño y una sonrisa socarrona: 'Estoy seguro de que mi iniciativa provocará bastante concurrencia. Es importante un profesorado adecuado y, ¿sabe usted? ese dinerito que voy a poner le vendrá muy bien a esa parroquia de estudiantes tan joven, ¿no le parece?'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.