_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aniversario

Estos días, cuando van a cumplirse diez años de la llegada a la alcaldía de Valencia de Rita Barberá creo que la mejor forma de celebrarlo es acercarnos a los Jardines de Monforte. Cualquier excusa es buena para dar un paseo por los Jardines de Monforte, para entregarnos al placer de sus sombras y dejar discurrir el ojo entre sus perspectivas. Es un jardín tan agradable que hasta soporta una efeméride como la de Barberá. Un espacio tan romántico puede simbolizar muy bien la relación amorosa entre una alcaldesa y su ciudad.

No deja de ser significativo que en 1937, en plena guerra civil, el gran cartelista y fotomontador Josep Renau, entonces director general de Bellas Artes y como tal artífice del salvamento del Museo del Prado, encargara un proyecto de restauración de este singular jardín romántico, en sus orígenes espacio de recreo particular. Un proyecto que realizó el pintor Winthuysen, gran especialista en jardinería, y el jardinero Román Peris, que desde principios de siglo había trabajado en el lugar. A pesar de la guerra y de la ingente labor que tenía por delante para trasladar a Valencia el gran patrimonio del Prado y salvarlo de los bombardeos fascistas, Renau consagró esfuerzos y recursos para restaurar Monforte y darle la configuración con que ha llegado a nuestros días.

Pasada la guerra, en los años del desarrollismo franquista el espacio entre los jardines de Monforte y los de Viveros sufrió una brutal transformación: la piqueta acabó con el palacio de Ripalda y los señores del cemento realizaron una jugosa operación especulativa levantando los bloques que rodean la llamada plaza de la Legión Española, lugar de residencia de algunas fortunas de la ciudad y también del actual presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. La voracidad urbanística hizo que se construyera en medio de dicha plaza otro edificio, por lo que la plaza no acaba de ser una plaza sino un conjunto de vías de acceso a los edificios. Pues bien, por ese espacio ahora de alto standing, que fue la entrada de servicio de Monforte, se accede de un tiempo a esta parte a los jardines, tras el cierre de su entrada natural a través de una casita de acceso construida siguiendo el gusto italiano de este tipo de jardines y situada en la calle que lleva su nombre. La cosa podría parecer nimia si no fuera porque precisamente uno de los grandes valores del jardín reside en el doble juego de perspectivas que puede disfrutarse desde el acceso ahora cerrado. Un acceso que se abre a partir de dos puertas a dos entradas diferentes al jardín con soluciones escenográficas y ambientales bien distintas. La portada frente al vestíbulo está flanqueada por leones pensados en principio para el Congreso de los Diputados, que al resultar pequeños fueron adquiridos por el marqués para su jardín y que probablemente sean obra de Ponciano Ponzano, autor de las esculturas de las Cortes. La entrada de la derecha da a una glorieta y a una portada neorenacentista por la que se accede a un estanque y a un montículo. Estas perspectivas, que son el fundamento del jardín, son imposibles de contemplar ahora, ni siquiera teniendo la voluntad de hacerlo, pues tampoco cabe la posibilidad de acercarse a la casita y darse la vuelta, al haberse vedado el acceso a su entorno más próximo.

De momento Rita Barberá no ha vendido los jardines de Monforte, pero no se preocupen que todo es cuestión de tiempo y si no que se lo pregunten a los vecinos del Cabanyal.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_