Vallejo abre su futuro
El campeón del mundo sub 18 triunfa en Cuba y se acerca a la élite
Ya no hay dudas sobre su capacidad para insertarse en la élite del ajedrez. Siete meses después de ganar el Campeonato del Mundo sub 18, Francisco Vallejo ha triunfado con claridad en el Memorial Capablanca, de La Habana; está entre los cuatro más brillantes sub 20 y los 75 mejores de la lista internacional, es el segundo español -tras el nacionalizado Alexéi Shírov, subcampeón del mundo oficial- y ha recibido una invitación para el torneo de Linares de 2002. Ahora se va al Europeo absoluto, en Macedonia.
Vallejo, único español que logra un título mundial desde el siglo XVI, cuando Ruy López fue considerado como el mejor de su época, es el símbolo del auge del ajedrez en España, el país con más torneos en los últimos 15 años. Eso, y su carácter afable y nada arrogante, explica que sus éxitos se celebren colectivamente de manera poco frecuente en el deporte mental. '¡Paco, Paco, Paco, campeón!', cantaban el 24 de octubre una docena de chicos y chicas de los cinco continentes en la discoteca de Marina d'Or (Castellón) pocas horas después de la clausura del Mundial sub-18. No consta que Anatoli Kárpov o Gari Kaspárov hayan recibido alguna vez un homenaje similar.
Como Kaspárov, el español aprendió a jugar a los cinco años, observando las partidas de sus padres y hermanos. 'Fue una pasión irrefrenable', explica
El menorquín, que cumplirá 19 años en agosto, era consciente de que subir más peldaños requería un trabajo intenso, especialmente en las aperturas (primeros movimientos), su principal punto débil. Un inmenso talento le sirvió para ganar medallas y permanecer entre los mejores de su edad desde los nueve años, pero no basta para doblegar a los profesionales que hacen las 15 o 20 jugadas iniciales de memoria. Así que dedicó cuatro meses a crear un repertorio sólido junto a su nuevo entrenador, Jordi Magem. El esfuerzo se ha traducido en dos éxitos inmediatos: el tercer puesto en Dos Hermanas (Sevilla), uno de los torneos más duros, y el primero, invicto, en Cuba, donde superó a rivales tan ilustres como el sueco Ulf Andersson y el británico Tony Miles.
'Ahora me siento más seguro y sufro menos apuros de tiempo, pero aún necesito otros cuatro meses de trabajo intenso para reforzar esa faceta', admite Vallejo mientras prepara el viaje a Macedonia: 'Es increíble que la FIDE no haya cambiado de sede. Vamos a jugar en Ohrid, a unos 150 kilómetros del frente de Kumanovo, pero dicen que esa zona está tranquila'. Su objetivo es lograr una de las 50 plazas que clasifican para el Mundial: 'Algo nada fácil porque, de los 75 primeros de la lista, casi todos son europeos y están mucho más curtidos que yo, pero creo que puedo conseguirlo', añade el español, que ya forma parte del mejor póquer de juveniles junto al ruso Alexánder Grischuk, el ucranio Ruslan Ponomáriov y el francés Etienne Bacrot.
Como Kaspárov, Vallejo aprendió a jugar por sí mismo a los cinco años, observando las partidas de sus padres y hermanos: 'Fue una pasión irrefrenable. Nada más levantarme leía libros de ajedrez. Todo aquel trabajo, con seis o siete años, fue de oro. Es la base de mi éxito. Ahora, en muchos países, preparan a los niños para que sean campeones desde pequeños. Pero no por voluntad propia como en mi caso', recalca.
Tras la segunda de plata, a los once años, le ofrecieron una beca para estudiar en el colegio Marcote de Mondariz (Pontevedra): 'Ahora sé que mis padres sufrieron con aquella separación, pero lograron que yo no me diese cuenta'. Tras aprobar el COU en ese centro, en el que iba a clase por las mañanas y se entrenaba con el gran maestro Zenón Franco por las tardes, Vallejo cursa la carrera de Educación Física en Barcelona, pero sus viajes constantes le obligan a no tener prisa. Lo que sí le urge es un patrocinador para cubrir los gastos de entrenamiento: 'Supongo que no tardará mucho en surgir alguno. El ajedrez ofrece una imagen muy atractiva para la publicidad y su utilidad pedagógica está demostrada. Además, soy campeón del mundo, y sigo subiendo'.
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