Nostálgico de las dos ruedas
Un vecino de Jaén reúne una colección única de 80 modelos de la antigua motocicleta Ossa
Aunque pueda parecer lo contrario, Jesús Colmenero Fernández, un vecino del barrio jiennense de Peñamefécit, nunca tuvo afición a las motos cuando era pequeño. Incluso se permitió el lujo de tener arrinconada durante muchos años una Ossa de 150 c.c. de su padre por la que muchos jóvenes de su generación hubieran suspirado. 'Todo fue casual y casi forzado por la necesidad de contar con un medio de transporte para el trabajo', explica Colmenero, un maestro de escuela que se dedica a la venta de conservas y que se vio obligado a sacar partido a la vieja moto familiar. Quizá entonces no sabía que era el comienzo de una relación de amor hacia las dos ruedas, pero muy especialmente hacia la marca Ossa. La firma española, que empezó a comercializar en 1940 el empresario barcelonés Manuel Giró, cerró sus puertas en 1985 al no poder hacer frente a la feroz competencia japonesa, que invadió el mercado estadoudinense imitando la tecnología española.
Casual o no, lo cierto es que, en 1992, Jesús Colmenero se planteó el coleccionismo de todos los modelos Ossa que llegaron a fabricarse. Hoy, nueve años después, presume con orgullo de haber completado la colección y tener almacenadas en su casa nada menos que 80 reliquias de ciclomotores y motocicletas Ossa.
'Primero empecé a coleccionar las motos de carretera y después las de trial, cross y enduro', aclara. Y no fue fácil la tarea. Tras el cierre de la fábrica y de sus concesionarios, Jesús Colmenero se vio obligado a patearse muchos pueblos y cortijadas buscando motos abandonadas. Algunas se las regalaron y otras muchas las compró. Su padre tuvo que pagar 21.000 pesetas por una Ossa de tres marchas en 1959. Él, 217.000 en un viejo concesionario de Mallorca para poder culminar su museo motero.
Tan hondo caló su relación con la casa Ossa que quiso hacer felices a otros muchos apasionados y nostálgicos de esta marca que estuvo a punto de ganar el mundial de motociclismo de no ser por el accidente que truncó la vida del piloto Santiago Herrero. Por eso ha ido adquiriendo hasta un centenar más de distintos modelos Ossa que utiliza para despiece y venta de recambios que, de otra manera, sería imposible encontrar por ningún punto del país. No es extraño por tanto que su domicilio -ha tenido que cambiar de casa hasta en cuatro ocasiones por cuestiones obvias de espacio- sea ahora lugar de peregrinación de todos los que aún conservan la vieja Ossa como uno de los tesoros personales más preciados.
Ése es el caso de Ángel del Río, un veterano de 52 años de la Asociación de Motos Veteranas de Málaga, al que Jesús Colmenero hizo el hombre más feliz del mundo hace dos años. 'Con 19 años tuve una Ossa 230 de competición, pero se me estropeó y ahora he vuelto a reencontrarme con ella gracias a Jesús', decía este malagueño mientras contemplaba atónito junto a su familia el museo de la Orfeo Sincronic S.A. (nombre con el que se corresponden las siglas de Ossa) existente en el domicilio del vecino de Jaén.
Ahora, tanto Ángel del Río como Jesús Colmenero -miembro también del Club Reliquia de Jaén de motos antiguas- suelen coincidir junto a otros muchos locos como ellos en las concentraciones moteras que se repiten por la geografía española. 'La condición es que todas las motos tengan una antigüedad mínima de 25 años', recuerda a modo de advertencia Jesús. Hubo un intento que no cuajó para revitalizar la marca Ossa fusionándola con las también españolas Bultaco y Montesa. Probablemente no hubiera sido igual para los melancólicos más aferrados.
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