_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fútbol

Por encima del extenso repertorio de tautologías acuñadas por los popes del fútbol, convertidas en recurso insistente por el tribuletismo para justificar la pertenencia de este deporte al territorio de las ciencias inexactas, si hay alguna cosa cierta es la proyección de estímulos o desánimos sobre la sociedad de los resultados. Se trata sólo de fútbol, pero no es casualidad que las sociedades con mucha musculatura civil dispongan de un gran equipo, con los aparadores llenos de trofeos, sobre el que se depositan todas las esperanzas colectivas, hasta alcanzar una confusión total entre los intereses que se disputan sobre el césped y lo que se lidia en los parlamentos, los despachos, los hangares, los talleres y los mercados. Todas las quimeras personales y las preocupaciones profesionales de gran parte de la sociedad acaban confluyendo en el balón. Por debajo de la caricatura del adocenamiento de la masa, tan frecuentada por algunos intelectuales con gafas de abuelita para sacar brillo a su cáscara cerebral, fluye la sensación de causa única. En una sociedad fragmentaria como la valenciana, con el socavón civil de los símbolos de identidad de la Transición, pocas instituciones han logrado aglutinar nuestra dispersión como lo ha hecho el Valencia CF de los últimos años. Es probable que la imagen de Cañizares demolido por la aflicción sobre la hierba de San Siro haya sido más dolorosa para los valencianos que toda la carne picada de la Batalla de Almansa, con todas sus consecuencias políticas. Las victorias hacen crecer a los pueblos por fuera y las derrotas los hacen crecer por dentro. Durante muchos años, el pueblo valenciano, como su equipo de fútbol más representativo, también ha tenido que crecer más por dentro que por fuera. Siempre se ha quedado a las puertas de conseguir lo que estaba al alcance de su mano, ya sea en formato de Copa de Liga de Campeones, de competencias estatutarias o de infraestructuras. Al margen de esta derrota, sólo atenuada por habernos evitado el horrible espectáculo de la irritación de la victoria, la insistencia del equipo en el escenario de Europa, también puede ser un síntoma de una sociedad que madura en correspondencia. Por eso el fútbol es tan importante.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_