Periodistas ante el ritual del dolor
Los compañeros de Oleaga asumen que son objetivos potenciales de la campaña de ETA contra los medios
'ETA ha dado en la diana perfecta. Ha conseguido atemorizar a toda la profesión periodística'. Miguel Larrea, director de El Diario Vasco hasta diciembre de 1989, expresaba con estas palabras el abatimiento general que encontró ayer en la Redacción del decano de la prensa donostiarra. Desde primera hora, los trabajadores se toparon de frente con el dolor, un dolor que no es tanto luto como angustia y tiene siempre un ritual macabro. 'Necesitamos una fotografía de Santi', reclamó un directivo del periódico. Pero Santiago Oleaga (Santi) no aparecía en el archivo fotográfico del diario. 'Era un empleado de la casa, con muchos trienios a sus espaldas, pero uno más. Prefería el anonimato de su despacho', cuenta un amigo. La última víctima de ETA estaba retratado en la mente de su verdugo.
'Trabajamos como en Beirut, encerrados detrás de una alambrada y sometidos a rígidos controles'
Los compañeros de Santiago Oleaga comienzan a cumplir con ese penoso ritual con una explosión de rabia. 'Es una brutal injusticia. Van a acabar con todos nosotros si determinados dirigentes políticos nacionalistas se dedican a alimentar a la bestia proponiendo dianas a los terroristas', se rebela un redactor que apunta a quienes presentan indiscriminadamente a los medios de comunicación como una 'Brunete mediática'.
El ritual del dolor continúa con la constatación de la tragedia. 'Nos ha llegado el turno a los periodistas', comenta un redactor de este diario. 'Mataron a López de Lacalle y fallaron con Aurora Intxausti, Juan Palomo y Gorka Landaburu. El gremio periodístico debe darse por enterado', añade un compañero. 'El asesinato de Santi es un toque de atención a todos. Nadie está seguro yendo a su trabajo, a una sesión de rehabilitación, a misa o al campo de fútbol. En la Redacción debemos tomar conciencia de ello'.
El Diario Vasco, el medio de comunicación más influyente de Guipúzcoa, con una tirada algo superior a los 100.000 ejemplares, es un objetivo preferente para ETA. Los ataques directos perpetrados contra tres de sus oficinas, el paquete bomba enviado a su consejero José María Muguruza, el minucioso seguimiento realizado a su director, José Gabriel Mujika, y el intento de volar la sede central, en San Sebastián, han puesto en guardia a los directivos y trabajadores de esta empresa.
El edificio principal del diario ha reforzado al máximo las medidas de seguridad con el blindaje de la entrada y rigurosas inspecciones a todos los vehículos que traspasan sus instalaciones, incluidos las furgonetas de reparto. 'Trabajamos como en Beirut, encerrados detrás de una alambrada y controlados por rígidos controles que disuaden a las visitas y nos aíslan del mundo'.
Un fotógrafo de El Diario Vasco reconoce que lleva 'dos años mirando los bajos del coche'. En estas circunstancias, aunque nadie quiere verse en el punto de mira, los empleados admiten sentirse preocupados porque 'esto se veía venir', advierte un redactor que viene 'masticando este desenlace desde hace varios meses'. 'La única incógnita por despejar era la identidad de la víctima', dice.
'Santi no había recibido ningún aviso. Nadie le conocía en Ardi Beltza', la revista que ha apuntado a periodistas que después han sufrido atentados de ETA y cuyo director, Pepe Rei, está inculpado como presunto colaborador de la banda terrorista. 'Eso quiere decir que ya no hay objetivos selectivos y que los ataques contra la profesión comienzan a ser indiscriminados', sostiene un directivo de El Diario Vasco.
La ceremonia del dolor es angustioso. 'Claro que hay miedo en la redacción', declara un informador de este periódico. '¿Y ahora qué? Los periodistas, unos más que otros, seguimos en el punto de mira de ETA, sobre todo desde que Herri Batasuna lanzó el mensaje de la socialización del dolor'. Para este redactor, el entorno de ETA lanzó entonces la siguiente consigna: 'los periodistas también somos agentes del conflicto, y aquí tenemos las consecuencias'. 'Alguien deberá pararse a pensar por qué estamos aquí [frente al edificio del periódico guipuzcoano] todos los medios informativos salvo Gara', matiza otro compañero.
Los más pesimistas no esconden su 'hastío' y, en algún caso aislado, las ganas de 'dejarlo todo y marcharme fuera de aquí. La presión es terrible, para nosotros y para nuestra familia'.
'Cuando fallaron en el atentado contra Aznar fueron a por los concejales de su partido. Esta semana han ido a por un guarda jurado de la Universidad del País Vasco porque no pudieron acabar antes con un profesor. Así mismo se está haciendo la cadena terrorista en el mundo periodístico', opina este redactor.
La inquietud de los informadores encuentra una constatación: 'Somos un medio muy incómodo para ETA y su gente, porque El Diario Vasco es el periódico que más vende en Guipúzcoa, el territorio donde ETA tiene más fuerza y más simpatizantes. Eso es muy molesto para ellos'.
El ritual del dolor termina por fortalecer la unidad de los afligidos. Aunque sea 'vil e inúltil' el asesinato de Santiago Oleaga, sus compañeros se comprometen a 'seguir informando con objetividad y pluralidad a una sociedad que ha manifestado reciente y mayoritariamente en las urnas sus deseos de paz y su rechazo a las vías violentas'.
El ritual del dolor no tiene fin, es una liturgia que se palpa y queda plasmada en las 26 páginas que El Diario Vasco le dedica en su edición de hoy al asesinato de su trabajador Santiago Oleaga.
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