Hermoso, por bulerías
La forma de torear de Pablo Hermoso de Mendoza es grandiosa y frustrante. Grandiosa, para él y su público, es decir, todo incondicional y a sus pies. Frustrante para sus compañeros de cartel, que ven cómo una y otra vez acaba con el cuadro, independientemente de cómo se pinte.
Abrió plaza Fermín Bohórquez, que puso dos rejones a la grupa y clavó farpas al estribo, dejándose llegar al toro. Algo premioso, mató de un rejonazo que cayó en el brazuelo contrario. Luis Domecq estuvo entonado; clavó un rejón y puso tres farpas correctamente, preparándolas con vistosidad y acertando en la elección de terrenos y distancias. Un rejón trasero y contrario fue efectivo.
Y, a partir de ahí, se acabó lo que se daba. La cátedra jerezana recibió al estellés con palmas de admiración y pitos de frustración y el navarro, según salió el toro y antes de clavar, respondió acabando con todo. Bastó un recorte continuado encelando a la res para enseñar el número uno, sólo con envolver al toro, que se fue al otro extremo del diámetro, desde donde se arrancó con ligereza; no importa, el rejoneador salió despacio, lo esperó, lo quebró magistralmente y clavó el rejón. Así, dos veces, haciéndolo babear y templándolo hasta lo inverosímil.
Bohórquez / cuatro rejoneadores
Toros de Fermín Bohórquez, arreglados para rejoneo, de buen juego. Fermín Bohórquez: ovación y saludos. Luis Domecq: oreja. Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas. Antonio Domecq: dos orejas. Por colleras: Bohórquez y Hermoso: dos orejas. Hermanos Domecq: ovación y saludos. Plaza de Jerez, 16 de mayo. 2ª de abono, tres cuartos de entrada.
Banderillas brillantes y la consabida lección de Cagancho: el frente a frente de toro y caballo, retándose, para la historia del toreo. Luego, al cambiar de montura, se equivocó cuando éste se le vino arriba y se quedó comprometido ante el toro, al que mató de dos rejonazos traseros. Antes, le había puesto el sombrero, hecho el teléfono y cogido el pitón. Las palmas por bulerías rindieron la plaza.
Antonio Domecq se la tuvo que jugar. Fracasó en banderillas y lo enmendó con un par de quiebros y matando con efectividad. Como siempre, las colleras sobraron y las orejas también. Por la puerta grande cabía un solo rejoneador.
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