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Reportaje:

El antidopaje espanta al golf

Unos 40 jugadores anularon su inscripción en el Open de Francia poco después de que la PGA les recordara que podría haber controles en Lyón

Carlos Arribas

El 23 de abril, lunes, diez días antes del comienzo en Lyón del Open de Francia de golf, el circuito europeo envió una circular a todos sus jugadores recordándoles que en tierras francesas rige una normativa antidopaje propia y que no descartasen que tuvieran que someterse a controles de orina. En la semana siguiente, un goteo constante de llamadas y faxes a las oficinas del torneo francés dejaba la lista inicial de inscritos con 40 bajas. Entre ellas, las de los mejores británicos. Entre ellas, la del escocés Colin Montgomerie, el ganador de la edición de 2000, que el viernes 27 anunciaba que no participaría como estaba previsto.

Puede ser una coincidencia, pero, según las fuentes consultadas, sería una coincidencia repetida. Y extraña. Un jugador español que participó en el torneo, finalmente ganado por José María Olazábal, explicaba que el Open francés era famoso por el número de bajas que se producían todos los años la semana previa a su comienzo. Otro jugador que no posee la tarjeta del circuito recordaba que hace unas semanas le insistieron en que se apuntara para jugar el torneo de Francia, ya que 'seguramente se producirán bajas cuando se recuerde lo del dopaje y tendrán que rellenar la lista de participantes con no miembros'. Efectivamente, el golfista tuvo hueco.

La extrañeza por las repentinas bajas la mostró también el domingo el reputado periódico británico Daily Telegraph, que subrayaba que los 13 primeros clasificados en la lista europea para la próximo Copa Ryder habían preferido quedarse en la cama a jugar en Francia.

Los betabloqueantes

Igual que el golf es un deporte singular -ni el circuito norteamericano ni el europeo tienen instituidos controles-, Francia es un país único en la lucha antidopaje. Poco después del escándalo Festina, el Parlamento aprobó una ley antidopaje por la se autorizaban los controles propios, regulados por su Consejo de Prevención y Lucha contra el Dopaje, a cualquier deportista extranjero o nacional participante en una competición en territorio francés. Esta ley ha afectado a Roland Garros, al Seis Naciones y a Mundiales de algunos deportes y afecta a la candidatura de París a los Juegos de 2008, que ha solicitado infructuosamente a la ministra de Deportes, Marie George Buffet, que dejara en paréntesis la aplicación de su ley durante unos hipotéticos Juegos parisinos.

Y esa ley también afecta al golf, un deporte que siempre se ha negado a entrar en el debate sobre la necesidad de los controles antidopaje pese a que, en voz baja y anónima, destacados jugadores admiten la extensión de la práctica. Mientras la federación española practica controles en los campeonatos nacionales y otras competiciones que organiza, obligación impuesta por el Consejo Superior de Deportes para tener derecho al cobro de subvención, el circuito norteamericano rechazó recientemente de plano la petición de algunos jugadores, alarmados por el tráfico de betabloqueantes y otras sustancias que ayudan a mantener el pulso y la concentración que observaban en los vestuarios. 'Controles, ¿para qué?', replicó Tom Finchen, el máximo responsable de la PGA; 'el golf es un deporte limpio. Aquí no hay dopaje'.

Aparte de los betabloqueantes, que son la sustancia que mejor ayuda en la lucha contra los yips o temblores incontrolables a la hora de dar a la pelota con el putter, otros productos químicos, como los esteroides anabolizantes, tendrían su utilidad en un deporte en el que el componente físico, la fuerza, la velocidad, la distancia y la potencia tienen cada vez más peso en el resultado.

Por cierto: el Consejo francés antidopaje no efectuó finalmente ningún control en el torneo de Lyón.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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