El PNV busca nuevas oportunidades tras el fracaso de Lizarra

El pasado 18 de agosto, el portavoz del Gobierno vasco, Josu Jon Imaz, anunció la ruptura con EH y defendió la recuperación del pacto de Ajuria Enea. Su anuncio era desautorizado esa tarde por el portavoz del PNV, Joseba Egibar. Al día siguiente, el lehendakari, Juan José Ibarretxe, dejó en la estacada a Imaz al eludir la polémica. 'Fue una gran oportunidad perdida porque si Ibarretxe hubiera respaldado a Imaz, probablemente no hubiera habido ni moción de censura ni adelanto electoral', apunta el sector autonomista del PNV.
¿Qué pasó? Imaz respondía a la opinión mayoritaria del Gobierno vasco, de los cuadros del PNV y de los diputados generales, espantados por la campaña sangrienta de ETA de agosto y la complacencia de EH. Pero Ibarretxe, influido por Egibar, no apoyó a Imaz porque temía liquidar las muy escasas posibilidades de recuperar la relación con EH con una tregua de ETA.
Ibarretxe no perdió esa esperanza hasta que EH abandonó el Parlamento vasco en septiembre. 'Ibarretxe reaccionó tarde desde que ETA anunció la ruptura de la tregua y eso le abrió un foso creciente con el PSE', dicen los autonomistas del PNV.
Así, pese al anuncio de ruptura de la tregua de ETA, Ibarretxe aprobó los presupuestos de 2000 con el apoyo de EH. Cuando en enero de 2000, ETA comete su primer asesinato, Ibarretxe se limita a 'suspender' sus relaciones con EH. Cuando ETA asesina el 23 de febrero de 2000 al dirigente socialista alavés Fernando Buesa aparece cinco horas más tarde, cuando se han pronunciado todos los partidos. No responde a la petición de la familia Buesa sobre la manifestación que desea y propone otra con un lema diferente. Al fin, no termina de comprometerse a llevar ante los jueces a los asesinos. Se limita a exhortar al diálogo.
En las semanas previas a la convocatoria electoral, Ibarretxe se aísla y sólo es receptivo a los pacificistas nacionalistas de Elkarri. Los autonomistas del PNV -mayoría entre los cuadros e instituciones- han perdido la batalla para que Ibarretxe encabece la rectificación de la cúpula soberanista de Arzalluz y Egibar. Los autonomistas tienen claro, desde el regreso de ETA a las armas, que el PNV debe dejar Lizarra, y mirar al PSE. Sólo la figura del lehendakari podía neutralizar a Arzalluz. Pero fue imposible por la indecisión de Ibarretxe.
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