_
_
_
_
Reportaje:FÚTBOL | Juveniles llamados a ser estrellas

El mercado europeo se interesa por tres juveniles españoles que asombran por su juego

Los juveniles Torres (Atlético), Iniesta (Barça) y León (Madrid) abanderan una espléndida generación

Diego Torres

Fernando Torres, Diego León, Andrés Iniesta. Por un lado, un sable. Por otro, dos peloteros: un retaco de mirada penetrante, y al fondo, sentado en un sofá, un introvertido lánguido que esconde el pecho y clava los ojos en el suelo. Representan al Atlético, al Madrid y al Barcelona. Tienen 17 años y han levantado la expectativa que supone ser superdotados para jugar al fútbol en estos días. Movilizan intereses de cientos de millones de pesetas y su sueño es jugar en Primera. Hace diez días partieron a Inglaterra a disputar el Europeo sub 16 y hoy dos de ellos -faltará Iniesta, al que los alemanes apartaron del torneo a patadas- juegan la semifinal contra Croacia. Son el futuro del fútbol español.

Más información
Un palentino fanático de Jeniffer López
La perla del Atlético idolatra a Van Basten
El 'culé' con 400 seguidores madridistas
Línea medular
España jugará ante Croacia con la camiseta de Iniesta debajo

'Qué serios. Se les ve tan serios que hasta parecen tristes', musita Juan Santisteban, el seleccionador, ante los tres muchachos: 'Son sólo niños y deberían pensar en divertirse, pero buscan asumir más responsabilidad. Es su carácter el que les pide más presión. Lo llevan dentro ¿y qué les vas a decir? ¿que no se hagan responsables?'.

Desde hace tres semanas descansan de 15.00 a 18.30. Se levantan a punto para merendar, según manda el médico. Caminan por el hotel como cuerpos imantados por la interacción del juego y cuando este periódico los encuentra, antes de viajar a Inglaterra, vienen de disputar un amistoso. Han pasado horas desde el partido, pero siguen moviéndose en grupo como obedientes a un principio de supervivencia. Se disponen a estudiar porque a su regreso tendrán exámenes. El más moreno y compacto es el madridista. Coge su programa y señala: 'Perífrasis'. Va peinado con un fijador que le ajusta la melena negra al cráneo, y en las manos lleva seis anillos de oro y de plata que clasifica con solemnidad: 'mi padre, mi madre, mi padre, mi madre...'. Es León, Diego León.

'Es el que inventa, el media punta', dice a su lado el que viene del Barca, el introvertido, Andrés Iniesta. León le mira y se ríe. Se ha especializado en patentar regates desconocidos. Como aquella tarde de principios de año, cuando se vendó las manos para esconder los anillos y ejecutar lo que él llama 'cosas raras'. Ocurrió en el último contragolpe contra Las Rozas. Enderezó por el callejón del nueve en dirección a los dos centrales rivales, que le esperaron para hacerle un bocadillo. Guió el balón con el pie derecho y buscó el pasillo atacando a un marcador. Primero le apuntó al de la derecha pisando la pelota con la diestra, luego rompió hacia la izquierda con un toque de zurda. Metió la pelota entre los dos defensas y se metió por la brecha. Los centrales quedaron desequilibrados. Cuando salió remató a media altura, muy seco y lejos del portero con el exterior curvo del pie. Con la limpieza del billarista. Fue el gol de la victoria (2-1).

De madre maestra y padre ex futbolista, León nació en Villamuriel de Cerrato, un pueblo de Palencia. Muestra la cara redonda de un niño y sus detractores -algunos representantes de la oposición- desconfían de su constitución genética para el deporte por su baja estatura y su grosor. Lleva los hombros bien atrás, saca pecho y observa de forma compulsiva. Junto a Iniesta, también le acompaña el delantero con forma de sable, Fernando Torres.

Fernando Torres dice: 'Marco Van Basten'. Asegura que no hay más modelos para él. Tiene la pinta de bailarín ruso que gastaba el delantero holandés. De su cara larga se van descolgando huesos largos y unos músculos estirados que le dan aire de saltador de altura. Ha marcado cinco goles en el Europeo. Juega en los juveniles del Atlético y ya firma camisetas en el Calderón cuando se mete en el Frente Atlético a mirar los partidos. Su nombre se hizo famoso desde que acordó una cláusula de rescisión de 2.000 millones de pesetas con la familia Gil. Un candado para prevenir tentaciones fáciles ante la insistencia de llamadas sorprendentes en el registro de su teléfono móvil: 'Soy el responsable de la delegación de fútbol base del Arsenal en España. Nos interesaría que firmes...', le propuso una voz. 'Te ofrecemos 200 millones de pesetas si cambias de representante', le cantó otra, de un intermediario de una conocida firma de mercaderes del fútbol.

'Ese jugador va a marcar una época en el fútbol español', sentenció un técnico del Madrid, ante la coordinación de un tipo capaz de controlar con el pecho, bajar el balón al pie y trasladarlo en zig-zag entre dos oponentes para levantarlo con el empeine y dejarlo clavado con efecto de retorno a medio camino entre el portero contrario y su compañero en ataque. Le tomó cinco metros y cinco segundos. Fue durante un amistoso de preparación de la Eurocopa, y su madre, con gafas de sol, atenta desde la banda, observó nerviosa y sólo se preocupó por los centrales contrarios: '¡Como le pegues a mi niño te doy...!'.

Jugaba contra el Atlético de Aviación, en Majadahonda, un encuentro del verano pasado, cuando Torres estuvo a punto de enterrar su carrera. Su equipo iba 2-0 a favor. Había marcado un gol y había dado el otro. Una chilena suya estrelló la pelota en el larguero. Galopaba por el medio campo cuando un contrario le cazó por detrás y le partió la meseta tibial. 'Esta lesión toma cinco meses de recuperación', le dijo el traumatólogo, afligido ante la posibilidad de secuelas irremediables. 'En tres meses estaré recuperado', le dijo Torres a un amigo y le puso sobre la mesa las botas que llevaba cuando le lesionaron. 'Son para tí'. Al tercer mes, el delantero estaba recuperado. Al cuarto, jugaba como nunca. Rápido en carrera, definidor con las dos piernas, excelente para los controles orientados, saltador natural y gran pasador, sus condiciones tentaron al club vecino. Jorge Valdano, el director general del Madrid, se puso en contacto con él pero lo disuadieron las cifras que le pidieron. 'No estoy contento contigo', le reprochó Santisteban; 'deberías haber metido tres goles'. La anécdota confirma el entusiasmo del seleccionador y la razón por la que España gira en torno al punta, que en el partido inaugural, contra Rumania, marcó un gol (3-0), contra Bélgica, dos (5-1) y contra Italia, el del empate (1-1).

La elegancia de Torres y el andar ufano de León contrastan con los aires del tercer caudillo: Andrés Iniesta. Es un joven pálido y silencioso que a ratos levanta la mirada para dejar entrever un brillo inquietante. A diferencia de sus dos amigos parece más liviano y cuando trota en los calentamientos su pecho apunta al suelo. Corre mirando la hierba. Y si los otros dos se proclaman del Madrid y del Atlético, él se manifiesta 'del Barça' con sequedad.

Iniesta es el jugador con más responsabilidad en su club. Lleva doce partidos en el medio centro del Barcelona B y alguna vez se ha entrenado con los grandes. Guardiola lo ve y dice que ya tiene sucesor: porque cuando le dan una pelota, cambia. León sonríe: 'No conozco otro que se transforme tanto cuando recibe la pelota'.

Las condiciones físicas de Iniesta son tan difíciles de apreciar como su temperamento. Su capacidad pulmonar es superior a la de sus compañeros en el Barça B, algunos de 22 años. Y su semblante sombrío engaña cuando tiene un balón en el pie. Entonces sufre una violenta metamorfosis. Se vuelve implacable con el adversario y posesivo con el propio equipo. Quiere controlarlo todo. No deja de pedir el balón y de moverse por todo el campo. Es hijo único y sus padres todavía viven en Fuentealbilla, bastión madridista de 2.000 almas a 50 kilómetros de Albacete. Localidad sometida a profundas contradicciones: la plaza es blanca pero el héroe juega en el Barça.

José Antonio, el padre de Iniesta, es albañil de profesión y su pasión es el fútbol: 'Es muy difícil conocer a este crío. Eso sí: te da siempre una sensación buenísima, es educado, respetuoso, le gusta estar en casa y tiene muy pocos amigos porque los elige con mucho cuidado. Así confunde al rival. Porque parece débil pero por dentro tiene un instinto ganador. Si para ganar tiene que negarle el agua al rival, se la niega. El hecho es que se hace respetar y no sé cómo. Tiene algo. Algo que le hace ser un líder sin decir nada. Sólo se pasa pidiendo la pelota en el campo'.

Además del pase, el dribling y la visión perfecta, Iniesta posee un agudo sentido del ritmo, propio de los centrocampistas naturales. Durante el primer partido de la temporada con el cadete azulgrana, frente al Villarreal, hizo una demostración de dosificación que puso los pelos de punta a Víctor Muñoz, técnico del Villarreal y espectador ocasional. A los 90 minutos de juego recorrió el campo en carrera y solo ante el portero tiró fuera un gol que su equipo daba por hecho. Indignado, a los 93 repitió la operación. Había corrido durante todo el encuentro y su segundo slalon de 70 metros resultó desconcertante para el resto de los jugadores. Se plantó ante la portería rival y metió el gol que le dio la victoria al Barça. Según su padre, luego cayó al suelo, lívido. Ahogado. Lo tuvieron que atender los médicos. 'Es un jugador descomunal por su manejo de los tiempos, por su visión del juego y su pase', comenta Víctor Muñoz, 'pero quizá sea perjudicial para él repetir que ha hecho cosas heroicas. Yo, personalmente, no me acuerdo de esa jugada espectacular de la que habla su padre'.

'¡Tened cuidado con quien se os acerca! ¡Abrid bien los ojos! ¡Ahora todos dirán que son vuestros amigos pero desconfiad!' les advierte Santisteban, mientras los tres imberbes le miran sonrientes y recelosos. Ser el futuro del fútbol español parece un asunto tremebundo.

Han pasado meses desde que Diego León se filtró entre los dos centrales del Las Rozas. Ahora está en Inglaterra y cuando regrese, a principios de junio en el colegio le harán preguntas sobre asuntos como la lógica de enunciados. Para eso se llevó los libros, para repasar entre partido y partido. Y como todos sus compañeros, está apoyado por un profesor que forma parte del cuerpo íntimo de la expedición: Jorge Vilches, del Ramiro de Maeztu. 'Un profesor y un asesor espiritual', dicen sus pupilos.

'De estos chicos vive mucha gente y es lógico que se les vea presionados', asegura Vilches; 'sobre ellos pesan más los intereses económicos que los intereses humanos pero ya empiezan a ser responsables de sí mismos. Son autoexigentes. Se piden más y más pero lo hacen porque quieren'.

Lejos de sus familias desde los 12 años, alojados en residencias especiales, respetando un horario y una dieta estricta, los tres chicos parecen gente muy profesional. A las diez de la noche van encaminándose a la cama. Apagan sus teléfonos móviles. Y duermen el sueño pesado de los responsables. 'Pero no sufrimos', aclara León. 'Esto nos gusta mucho'.

Andrés Iniesta, Diego León y Fernando Torres, durante un entrenamiento con la selección sub 17.
Andrés Iniesta, Diego León y Fernando Torres, durante un entrenamiento con la selección sub 17.LUIS MAGÁN

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_