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El Madrid no da lugar a la sorpresa

Se empeñó el Madrid en ponerle algo de incerditumbre a la cosa con varios ramalazos de precipitación y alguna dejadez, e insistió el Estudiantes en añadir picante con su típico coraje, pero el derby lo ganaron los blancos. Qué sorpresas puede permitirse Estudiantes cuando el Madrid, con toda la naturalidad del mundo, se engancha primero a Raúl López y Herreros, luego a Milic, algo más tarde a Meek, después a Struelens o Lucio Angulo y por último a Iturbe.

Los colegiales, con un banquillo mucho más corto y medio equipo con diferentes molestias físicas, acabaron fundidos de tanto quitarse un problema de encima y encontrarse con otro. Lo que equivale a decir que cuando mejor funcionaron fue al principio, mientras sus fuerzas estaban todavía intactas. Por eso, lo mejor de lo que Estudiantes tenía que decir anoche en el Raimundo Saporta lo dijo en los tres primeros minutos.

Con una fogosidad muy típica en un duelo cargado de tradición, vapuleando al Madrid bajo los aros, los colegiales acumularon un rebote tras otro -los seis primeros, cinco de ellos en ataque, fueron suyos- y encendieron el 0-5 en el marcador. La presentación no estuvo mal, pero a partir de ahí el plantel del Pepu Hernández fue perdiendo fuelle progresivamente y se quedó sin mayores argumentos.

Tras las alegrías del inicio, el Madrid se aplicó en defensa, cerró el rebote y dejó sin aire al Estudiantes, que perdió el rumbo con tiros precipitados y en malas posiciones. Mucho más fáciles resultaron los ataques blancos, a los que el acierto de Raúl López y Herreros pronto les puso por delante hasta cerrar el primer cuarto -tras un parcial de 10-1- con una cómoda ventaja de nueve puntos. Una renta que los de Scariolo se dedicaron a gestionar con sabiduria y oportunismo el resto del encuentro.

Se nota que el Real Madrid ha cogido velocidad en esta recta final de la liga regular, y ni la baja del lesionado Djordjevic le restó anoche empuje. Quien más apretó el acelerador esta vez fue Raúl López, al que no le pesó lo más mínimo el plus de protagonismo al que le condenaba la ausencia del base yugoslavo. A la velocidad y la dirección conocidas, el junior de oro unió el acierto anotador. Hasta que le dio por jugarse varios triples alocados, lo que coincidió con los momentos más apurados del Madrid a finales del tercer periodo y principios del cuarto.

Fue entonces cuando el Estudiantes, agónico toda la noche pero siempre orgulloso, recortó hasta el 62-59 después de haber ido por detrás en el marcador desde la mitad del primer cuarto. Todo el trabajo fue en balde. No logró adelantarse y su depósito, que a esas alturas ya andaba en la reserva, se quedó vacío.

El desgaste ya estaba hecho. Sólo quedaba rematar. Y eso es lo que hizo el Madrid, que con el rival roto volvió a pisar el acelerador y, con la frialdad del profesional, llevó el marcador al 80-66, superando en un fogonazo los 13 puntos que habían sido su máxima ventaja, allá por el segundo cuarto. De ahí al final, nada.

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