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Reportaje:La vuelta al mundo en solitario | VELA

El tesón del viejo marinero

De Gregorio, un ex abogado italiano de 59 años, cierra la Vendée Globe en 158 días, 65 días más que el ganador

El pasado día 17, por la tarde, cuando el sol caía sobre el horizonte, un bocinazo despertó de la rutina a la pequeña localidad de Les Sables-d'Olonne, en la costa atlántica francesa. La torre de control del puerto anunciaba la llegada del último navegante de la Vendée Globe, la vuelta al mundo en solitario, sin escalas ni asistencias. Pasquale de Gregorio, un navegante italiano de 59 años, el más veterano de la regata, cumplió el sueño de su vida al circundar los 40.000 kilómetros por los océanos, de Oeste a Este, en 158 días, a bordo de su velero, el Wind, de 15 metros de eslora.

Tras una apreciable melena y una barba blanca se escondía el rostro de un hombre agotado por las penurias del mar, que le destrozaron medio barco a mitad de la prueba, pero que no le impidieron avanzar milla a milla contra el viento o a favor de él, maldiciendo el mítico cabo de Hornos, para enfilar el último suspiro del Atlántico con sus encalmadas y trampas hasta cruzar la línea de meta de Sables-d'Olones, de donde había partido cinco meses atrás.

De Gregorio fue el último de los 15 participantes, de los 24 iniciales, que acabaron la cuarta edición de la Vendée Globe, iniciada en noviembre. Con una jarcia (uno de los cables que sujetan el mástil) rota en las primeras millas del océano Índico y sin poder desplegar al completo la vela mayor, no desistió nunca en su empeño.

'La carrera se despidió para mí', escribió en su diario de a bordo, en enero, cuando se rompió el barco. Pudo haber abandonado, como otros nueve contendientes. Pero continuó. Optó por vivir una aventura en solitario y comprobar su capacidad de resistencia psicológica y física. No se impuso un tiempo, sólo terminar. Hace una semana, el reto concluyó. La organización no lo había olvidado y le recibió como a un triunfador. Incluso el francés Michel Desjoyeaux, el ganador, en 93 días, 65 menos que él, se acercó al pantalán para abrazar al veterano marino.¿Cuál fue la motivación de De Gregorio para no abandonar con media nave rota? 'Quería devolverla a su punto de partida', respondió al pisar tierra; 'esta prueba me ha permitido vivir una experiencia en los mares del Gran Sur y me ha dado la oportunidad de pensar. Aunque leas muchos libros sobre esos océanos, las sensaciones no son las mismas si no los experimentas en cuerpo y alma'.

De Gregorio sabe ahora que emuló a los viejos marinos de antaño, cuando la navegación de los galeones o veleros de carga se eternizaba por los múltiples contratiempos. Más aún: la soledad durante cinco meses a bordo de un pequeño monocasco añade épica a su gesta al navegar durante la mitad de la regata a medio trapo. 'La conducción del barco es diferente cuando está medio roto', explicó; 'era un barco desequilibrado. Llegar no fue fácil, pero estoy bien. Ciento cincuenta y ocho días en el mar es un tiempo importante. Me cambiará la vida'.

A pesar de su edad, De Gregorio no ha perdido el entusiasmo por el mar que descubrió a los 32 años, cuando ejercía de abogado de la Banca Italiana. 'Fue un amor a primera vista', recuerda. Cursillos de navegación y miles de lecturas sobre los grandes marinos se sucedieron en su tiempo de ocio. Hasta que, cumplidos los 47, dejó sus papeles y leyes para dedicarse a su pasión: el mar.

En los últimos 12 años, De Gregorio se ha creado un notable currículo. Con más de 100.000 millas (180.000 kilómetros) navegadas, ha logrado varias victorias en regatas en el Adriático y posee varios récords de travesía, por ejemplo entre las islas Fiyi y Vanuatu, en el Pacífico.

Su próximo objetivo es volver a la Vendée Globe. 'Nos veremos dentro de cuatro años, en la próxima edición', exclamó tras llegar a la meta y pedir un vaso de vino y un trozo de pan. Y es que De Gregorio no sólo afrontó problemas en el barco, sino que tuvo que racionarse el agua y la comida.

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