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Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
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Vestidos de negro

Hace años Carlos de Miguel, con su capacidad para dibujar personajes con dicterios irónicos, describía al arquitecto de la década de 1950 como 'un hombre vestido de gris'. Añadía otros datos que venían a subrayar la entonación grisácea, a veces con elegancias convencionales, a veces con texturas deportivas. Se refería sólo a los arquitectos independientes con gesto progresista porque en España, los funcionarios se conocían por la chaqueta negra -o rayado 'diplomático'-, las gafas oscuras y el bigotito.

Mitjans, Pratmarsó, Coderch y Valls en Barcelona, Fisac, Sáenz de Oiza, Fernández del Amo y de la Sota en Madrid, con una pléyade de aproximaciones, son ejemplos plausibles de ese hombre vestido de gris. Sin duda, Carlos de Miguel, con su toque irónico, interpretaba la época gris más allá de la anécdota indumentaria, pero no se refería a la grisura de la arquitectura de esos maestros a los que debemos tantas rupturas innovadoras, sino a la atención discreta que prestaron a ciertas realidades locales y al rechazo a los manifiestos violentos, confiando más en la elegancia y la deportividad. Quizá se refería también al apoliticismo de una generación -colaboradora y víctima- que se sentía autárquica y nacionalista.

La época gris, en la década de 1960, fue superada por la época beis, en la que predominaron los marrones -y el 'pelo de camello'- con derivaciones hacia los amarillos y los colores pastel. Aquí es fácil encontrar influencias extranjeras: la izquierda aristocrática de Milán que, además de crear un corpus teórico, dictaminaba modas y estilos a partir del lobby de Casabella-Continuità con Rogers, Magistretti, Aulenti, Gardella, Albini, Gregotti, Boeri, los Castiglioni, el grupo más brillante de la arquitectura moderna italiana, desde el neoliberty de Isola y Gabetti y las exigencias compositivas de Aldo Rossi hasta el arranque del gran periodo del diseño italiano. En Cataluña el beis correspondió a la relativa normalización de la arquitectura y el diseño modernos. Federico Correa y los hermanos Milá fueron los más beis, no sólo en la indumentaria, sino en la transmisión de los movimientos europeos. Y con ellos, un grupo de arquitectos aglutinó una línea estilística coherente basada en una confortabilidad deducida de la reinterpretación del funcionalismo. Sería banal definir esta época por las repisas, las moquetas, los tapajuntas, las cantoneras, las tapicerías beis, porque detrás de las persistencias estilísticas había una profunda evolución del gusto y un radical compromiso. Siguiendo a los italianos, también cambió la actitud política. A diferencia de la época gris, el tono general no era ni apolítico ni ainternacional. Al contrario: dentro de las limitaciones de la élite a que pertenecían los arquitectos, hubo una militancia en la Universidad y en la oposición al franquismo.

Esta vertiente política y activista dio una variante al tono beis: los arquitectos más jóvenes empezaron a disfrazarse de obreros o de campesinos. Fue el momento de la desaparición de la corbata y el de la tendencia a los azules proletarios. También en Italia existía esta fracción, ligada directa o indirectamente al Partido Comunista, pero los puntos de mayor irradiación indumentaria -aunque con menos contenido político- estaban en Inglaterra y los países nórdicos. Stirling -sus famosas camisas azules- y Erskin -sus pantalones todo terreno- no fueron los más extremados, pero su prestigio profesional ayudó a divulgar las camisas azules, los pantalones de payés, las alpargatas y las bufandas.

Esta variante ha sido el antecedente de la moda actual: ahora estamos en una época rabiosamente negra. El color negro se ha convertido en obligatorio para todo arquitecto joven -y para los no tan jóvenes- si quiere tener entrada en el gran carnaval mediático de la arquitectura: zapatillas negras, calcetines negros, pantalón negro, camisa negra, echarpe negro y una chaqueta negra de tela liviana con arrugas diseñadas. En cualquier parte se distingue a los arquitectos por su nuevo uniforme gremial negro, sin ningún detalle que les redima del sumiso amaneramiento.

La época negra está siendo la más internacional y la de mayor radicalidad. Uno de los pioneros debió ser Nouvel en la época en que proyectó el Instituto del Mundo Árabe. Lo recuerdo sorprendentemente negro entre los brillos metálicos y los reflejos del cristal serigrafiado. Al cabo de pocas semanas el color negro ya había invadido Europa. Y Barcelona pasó a ser uno de los mejores escaparates: desde el director de la Escuela de Arquitectura -y el 90% de sus profesores y alumnos- hasta los jóvenes revisionistas, pasando por toda la generación intermedia que no tuvo tiempo de vestirse ni de beis ni de azul proletario. El negro, naturalmente, ha recuperado algo de lo que fue el gris de la década de 1950. Aunque con otra mentalidad, los arquitectos de negro se parecen algo a los de gris por la autonomía disciplinar. Los grises no habían entrado en la política y los negros ya han salido definitivamente de ella, con lo cual pueden volver a ser socialmente discretos, atentos a la globalización y a los empujes neocapitalistas y servir discretamente las indiscretas imágenes de la arquitectura mediática.

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Oriol Bohigas es arquitecto.

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