Fiebre
La fiebre de las rotondas ha llegado a El Escorial. En este caso llega, además, a lo grande, con fuente incluida, y aderezada con un pequeño detalle: la mitad de la rotonda se encuentra dentro de una urbanización privada (Los Escoriales), sin que haya mediado un procedimiento expropiatorio previo ni nada parecido.
El alcalde (PP) ordenó desembarcar a operarios y material y, utilizando su legitimidad democrática y, al parecer, un plan urbanístico aprobado hace algunos años, nos plantó una rotonda en medio de la urbanización.
Ahora pretende, además, conectar una nueva urbanización que se está construyendo junto a Los Escoriales con la rotonda, también por el medio de la urbanización. En fin, partirla por la mitad.
No es mi intención traer aquí consideraciones de propiedad privada, porque tengo claro que ante presumibles argumentos de utilidad pública, siempre tenemos las de perder los particulares.
Sí me gustaría hacer una relativa a seguridad. El hecho de que, de repente, el tráfico de una carretera se desvíe por dentro de una urbanización llena, en muchas ocasiones, de niños en bicicleta, es un tema lo suficientemente grave como para que se tenga en alguna consideración, sobre todo si ese despliegue de obras no va acompañado de alguna, mínima, medida que disminuya el riesgo. Nuestros hijos, que hasta ahora podían circular libremente por una urbanización privada, que hemos mantenido los propietarios (incluso los viales), se encuentran ahora con que tienen que cruzar una carretera para ir a la piscina, por ejemplo. ¿Qué ha hecho el alcalde para disminuir el riesgo? Nada de nada, y no parece que su intención sea hacerlo. Seguro que más de uno, y de dos, comprenden perfectamente la intranquilidad que se nos presenta a los padres de niños pequeños.
Desde aquí pido a alguien más sensato que el alcalde de El Escorial que nos ayude a minimizar el gran riesgo que se nos presenta.
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