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Copa del Mundo | CICLISMO

Knaven sorprende en la París-Roubaix

Fama, gloria, dinero y un molde del barro de su propio rostro desprendido de la cuneta. Eso es lo que obtuvo ayer el holandés Knaven, del Domo Farm Frites, al apuntar su desconocido nombre como vencedor de la 99ª edición de la Paris-Roubaix, la carrera más endemoniada de la Copa del Mundo de ciclismo.

Doscientos cincuenta y cuatro kilómetros de estrecha carretera de adoquines, regada por el barro que formaba la insistente lluvia, regalaron a Knaven, el superviviente de la durísima selección a la que sometió la prueba a los participantes, su primer triunfo en una clásica. Una dureza que acabó con Gaumont, del Cofidis, en el hospital con un fémur partido.

También contribuyó a la victoria de Knaven la actitud del belga Johann Museew, compañero de equipo y, por lo visto, amigo suyo. A falta de diez kilómetros para llegar al velódromo de Roubaix, Museew, ganador en 2000, animó y permitió a Knaven lanzar el ataque definitivo. Una actitud no muy habitual en la relación entre el jefe y el obrero. Hasta entonces circulaba destacado un grupo de siete en el que, además de Knaven y Museew, estaban el campeón del mundo, Vainsteins; Peeters, Dierckxen, Wesseman y el norteamericano Hincapié. Museew entró el segundo y Vainsteins el tercero.

La clasificación general de la Copa, tras la disputa de su tercera prueba, está encabezada por Vainsteins, con 116 puntos.

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