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La afición no juzga a Guardiola

Fue como cualquier otro partido de Semana Santa. Quizá peor: hacía tiempo que en el descanso no se veían pañuelos o se escuchaban silbidos en el Camp Nou. Pero no fue por la controversia despertada por Guardiola con el anuncio de su adiós, sino porque el Barcelona parece empeñado en convertir este final de curso en un suplicio.

El capitán conmocionó el miércoles con su deseo de empezar una aventura futbolística en el extranjero, pero la noticia quedó diluida en una nebulosa que se evaporó en cuanto el balón empezó a correr. Ni siquiera hizo falta que Jamelli empujara la pelota a la red. No hubo ni por asomo un amago de plebiscito en el Camp Nou sobre la decisión del capitán. El estadio no actuó de juez y siguió los consejos de Luis Enrique, Rivaldo o Xavi, en nombre del vestuario, y del entrenador, Serra Ferrer, clamando respeto para el capitán. No hizo falta. Sólo algunos optaron por desplegar media docena de pancartas. Y todas ellas, expresando afecto. Quizá una fue la más significativa: Pep 4 ever (Pep para siempre), en un guiño a su número.

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Fue, posiblemente, el reencuentro con los socios, pese a los lances del juego, que Guardiola quería. Que todos se olvidaran de él, que nadie le observara y que sólo se pensara en el Barça. Lo puso fácil: sufría molestias en el pubis y era duda para los médicos hasta última hora. El técnico meditó incluso reservarlo para el partido del jueves ante el Liverpool -ya sucedió antes del encuentro de ida con los ingleses-, pero el futbolista se despertó ayer con ánimos de jugar y con los problemas físicos superados. Quizá fue la forma de evitar cualquier especulación de quienes le critican, como, por ejemplo, el ex portero internacional Antoni Ramallets, a quien Guardiola ha superado como jugador más laureado del club y que expresó sus dudas acerca de que siguiera 'poniendo la pierna'.

Y metió la pierna. Y estuvo ahí, no como el presidente, Joan Gaspart, que sigue esquiando en Suiza. Fraccionado en los años 60 entre kubalistas y suaristas y en los 90 entre los partidarios de Cruyff y los de Núñez, la afición sigue fiel en este siglo a su peor tradición. No todo el mundo ha comprendido por igual la grandeza de alguien que ha decidido dejar de ser un símbolo y desea coger la maleta y las botas para ser sólo alguien de carne y hueso en el extranjero.

El Camp Nou registró ayer no más de media entrada -muchos espectadores eran turistas-, pero no es fácil que se incline a juzgar con acritud al jugador. También se lo ha ganado durante 17 años. Ayer le aplaudió en cuanto metió la pierna en un saque de banda o fue a lanzar un córner. O como cuando disparó con potencia en el minuto 22 y casi marcó. 'Pep no te decimos adiós, sino hasta siempre', rezaba otra pancarta. La cordura se impuso en el estadio y alguien también optó por la ironía. En un papelito colgado junto a un ascensor se leía: 'Guardiola, llévate a Sergi y Serra Ferrer'.

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