¡Qué envidia!
¿Se acuerda de cuando el PP ganó las elecciones hace poco más de un año? Miles de hinchas furibundos se agolpaban en la madrileña calle de Génova ataviados con banderas del partido y de España (algunas incluso preconstitucionales), gritando y profiriendo insultos a los perdedores y a Pujol (quizá el que más perdió). Si se ven aquellas imágenes sacadas de su contexto sería harto difícil distinguir qué se celebraba: si algo remotamente relacionado con la política o un importante triunfo deportivo. Sin embargo, hace un par de semanas, cuando la izquierda ganó la alcaldía de París tras más de un siglo de gobiernos de derechas, los parisinos se concentraron ante su Ayuntamiento para agitar sus llaveros.
Esta diferencia abismal de comportamientos pone de manifiesto el atraso que sufre España en cuanto a formación y educación democráticas, así como las diferentes concepciones que tenemos respecto de nuestros vecinos en referencia a los valores democráticos y lo que significan unas elecciones. El primero es un acto cargado de irracionalidad e irresponsabilidad, mezclado del más rancio folclorismo español. El segundo es fruto de la madurez, inteligencia y educación democráticas, quizá propiciadas por una tradición que a nosotros nos falta. Paciencia, pues. Pero ¡qué envidia!-
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