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Bobby Fischer: 26 años de mito

Tal día como hoy, hace 26 años, millones de aficionados al ajedrez sufrieron un gran disgusto: su ídolo Bobby Fischer perdía el título mundial por negarse a defenderlo ante Anatoli Kárpov tras sus desavenencias con la Federación Internacional (FIDE); renunció a una bolsa de cinco millones de dólares, una enorme fortuna en aquella época. Convertido en un mito, el estadounidense desapareció de la vida pública durante 20 años, reapareció fugazmente en 1992 y volvió a recluirse en el misterio. Perseguido por la Casa Blanca, vivía en Budapest hasta hace poco; ahora se desconoce su paradero.

Ningún jugador, ni siquiera Gari Kaspárov, ha logrado un impacto tan grande como Fischer en la opinión pública: en 1972, cuando rompió la hegemonía soviética al derrotar a Borís Spasski en el duelo de Reikiavik (Islandia), los tableros y los libros de ajedrez se agotaron en EEUU y muchos países más. Capaz de perder una partida por incomparecencia si no se atendían sus reivindicaciones económicas o su exigencia de que una cámara de televisión no produjera el más mínimo ruido, Fischer personificaba la rebeldía contra todo poder.

El 1 de septiembre de ese año casi todas las emisoras de radio y televisión de Estados Unidos interrumpieron sus programas para comunicar que Fischer era el nuevo campeón del mundo. Él dijo esa misma noche a la recepcionista de su hotel en Reikiavik: "Sólo estoy para el presidente Nixon". Veinticuatro horas después, Nixon le envió un emotivo telegrama.

No era la primera vez que un jefe de estado se dirigía al ajedrecista díscolo. En 1965, Fischer aceptó una invitación para jugar en Cuba, que no tenía relaciones diplomáticas con EEUU. El Departamento de Estado no le autorizó a viajar a La Habana, pero Fischer encontró la solución: jugaría desde Nueva York, a través del teletipo.

Sin embargo, el torneo fue precedido de un duelo telegráfico con Fidel Castro que el estadounidense comenzó así: "Protesto contra la noticia publicada hoy en el diario The New York Times en el que se interpreta mi actitud como una victoria propagandística. En conexión con esta circunstancia, debo retirarme del Memorial Capablanca si no me envía inmediatamente un telegrama declarando que ni usted ni su gobierno intentarán capitalizar políticamente mi participación".

El líder cubano recogió el guante: "Estoy sorprendido por su acusación. No he dicho una sola palabra al respecto. Sólo las agencias norteamericanas dicen que nuestro país necesita 'victorias propagandísticas'. Es asunto suyo si quiere o no jugar el torneo, pero sus palabras son injustas. Si tiene miedo o se arrepiente de su decisión, sería mejor buscar otra excusa o tener el coraje de mantenerse honrado". Fischer jugó y logró el segundo puesto.

Mítico, genial, indómito, excéntrico y desequilibrado, se le atribuye una inteligencia superior a la de Albert Einstein. Sin embargo, la existencia de Fischer estaba regida por un principio contundente: el ajedrez no es como la vida, es la vida misma". Pero la suya pudo haber terminado muy pronto, a los 5 años, en Mobile, un pequeño pueblo de Arizona (55 kilómetros al suroeste de Phoenix, cerca de una reserva india), donde Regina Wender, divorciada del biofísico alemán Gerhardt Fischer tres años antes, se trasladó en compañía de sus dos hijos, Joan y Bobby, para ejercer como maestra de escuela. Era un día soleado de 1948; la madre descubrió con horror que Bobby se había sentado en las vías del tren pocos segundos antes de que los vagones de El Argonauta, que cubría diariamente el trayecto Nueva Orleans-Los Ángeles, pasasen por allí a toda velocidad.

Esa capacidad de ensimismamiento es una de las constantes de su carácter. Cuando sus profesores se dieron cuenta de que era un superdotado, el pequeño Bobby ya había sido catalogado como "niño imposible". Uno de ellos le sorprendió un día con el tablero de bolsillo en el pupitre: "No puedo forzarte a que me escuches ni a que dejes el ajedrez. Pero al menos, por decencia, no saques el tablero". Sin quererlo, aquel maestro impulsó la capacidad de su alumno para jugar a la ciega (sin ver las piezas), que tan útil le ha resultado siempre para abstraerse cuando está donde no quiere: "No importa dónde esté ni lo que haga. Mi subconsciente produce nuevas ideas sin cesar. El ajedrez es vida".

Fischer solía jugar con su hermana al monopoly y al parchís hasta que, a los 6 años, conoció el ajedrez, que al principio le pareció "otro juego, aunque algo más complicado". Ambos se habían trasladado ya con su madre, suiza de origen judío, al barrio neoyorquino de Brooklyn. Allí empezó la meteórica ascensión hacia la cumbre dominada por los soviéticos, y también la indomable rebeldía de Fischer, así como una integridad ideológica extrema.

Campeón absoluto de EEUU a los 14 años, y gran maestro (categoría más alta en ajedrez) a los 15, tenía 16 cuando quiso resolver los problemas económicos para acudir al Torneo de Candidatos al título mundial en Yugoslavia: "Iré, aunque sea nadando". Pero rechazó con firmeza la ayuda de la revista Sports Illustrated porque había sido pedida por su madre, la de la federación estadounidense porque no quería ninguna relación con ella, la de un millonario porque este pidió a cambio que su apadrinado le citase en sus declaraciones y la propuesta de los pianos Fischer, a cambio de un anuncio, porque le pareció "una ridiculez". Finalmente jugó; terminó el 5º, superado por cuatro nombres sagrados del ajedrez soviético -Tal, Keres, Petrosián y Smyslov- a los que acusó, enfurecido, de jugar en equipo.

Tras su ascensión meteórica hasta la cumbre, Fischer exigió a la FIDE varios cambios en las normas del Mundial; entre ellos, que el aspirante tuviese que ganar por dos puntos de diferencia y que se jugase a diez victorias, sin límite de partidas. Pero la FIDE se opuso en redondo, y le destituyó.

Un ejército de aficionados le idolatraba en los cinco continentes, pero ahí comenzó su caída en picado hacia el fascismo, la paranoia, el desequilibrio psíquico o las tres cosas a la vez. Detenido por la policía en Pasadena (California) porque vestía como un pordiosero, mantuvo estrechas relaciones con personas de ideología nazi durante su ausencia de la vida pública, entre 1972 y 1992, cuando el magnate yugoslavo Yezdímir Vasílievich, uno de los banqueros mafiosos que huyeron con el dinero de sus clientes durante la guerra de Yugoslavia, le ofreció cinco millones de dólares por reaparecer frente a Spasski en Sveti Stefan (Montenegro), a pocos kilómetros del frente de Bosnia. Muy necesitado de dinero, Fischer aceptó convertirse en un instrumento de propaganda para el Gobierno de Milósevic. Muchos corresponsales de guerra se trasladaron a ese idílico pueblo costero para ver como escupía, ante las cámaras, sobre un documento oficial del Departamento del Tesoro de EEUU en el que se le instaba a no violar el embargo contra Yugoslavia. Venció de nuevo a Spasski, y se escondió en Budapest, donde frecuentó durante cierto tiempo la compañía de la familia Polgar y de Peter Leko. Pero, como casi todas sus amistades, le duraron poco.

El 14 de enero de 1999, semanas después del fallecimiento de su madre y su hermana, Fischer concedió una espantosa entrevista a la emisora Radio Baguio, la ciudad filipina donde debió celebrarse el duelo contra Kárpov que nunca existió. Con un lenguaje soez y lleno de insultos al pueblo hebreo, Fischer negó el holocausto nazi, acusó a la comunidad judía de conspirar contra él y de provocar el embargo de sus bienes en EEUU.

Su última aportación positiva al ajedrez fue una modalidad revolucionaria para paliar la influencia de las computadoras en la alta competición: sortear la posición de las piezas en la posición inicial, de modo que las montañas de libros de teoría escritos hasta la fecha –así como los programas informáticos- no sirvieran de nada. De momento, la iniciativa no ha tenido éxito.

Ahora se dice que está en Japón, pero este diario no ha podido confirmarlo. Con 58 años recién cumplidos, basta mencionar su nombre para que muchos amantes del ajedrez se deshagan todavía en elogios. Pero sus exabruptos han manchado para siempre la imagen de un mito irrepetible.

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