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Columna
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El efecto Riquelme

Santiago Segurola

Parece que el fichaje de Riquelme por el Barça es cuestión de días, tras el acuerdo alcanzado con el Boca Juniors y aireado a los cuatro vientos por el presidente del club argentino y los directivos del equipo azulgrana. No parece, sin embargo, que sea el mejor momento para anunciar la contratación de un futbolista que condicionará el sistema de juego del Barça. A estas alturas de la temporada, este tipo de noticias dan portadas, pero provocan distracciones peligrosas.

El anuncio del fichaje tiene varias lecturas. Una de ellas está relacionada con un cierto tipo de política que recuerda a la de Ramón Mendoza y Lorenzo Sanz en la última década. Con muchas menos urgencias que aquel Madrid, este Barça está sometido a la misma dinámica del alboroto. No sólo se sabe casi todo de la institución, sino que es el propio club el primer emisor de noticias y confusión. Como ocurría en el Madrid, el Barça actual es una mina para la prensa deportiva, del tal manera que apenas es necesario buscar las noticias: ya se preocupa el club de divulgarlas. Este tipo de experiencia resultó nefasta para el Real Madrid, donde estaban más preocupados por hacer periódicos que por gestionar la institución. Y también fue algo dañino para la prensa, que ahora se queja del hermetismo del Madrid. Que se sepa, la prioridad del Madrid no es hacer el trabajo del periodismo. Y la del Barça, tampoco.

De Riquelme se sabe que es un jugador de clase, muy ingenioso con el balón, capaz en la distribución porque tiene buena vista y excelente toque. Por lo demás, es un gran tirador de faltas y un fenómeno para proteger la pelota, gracias a su habilidad y al uso del cuerpo. Lo que no tiene es dinámica, velocidad, quite y gol. Su responsabilidad defensiva es nula, lo que obliga a protegerle con una falange de pretorianos. En el Boca, siete defendían como fieras y tres atacaban: Riquelme, Guillermo Barros o Delgado y Palermo.

¿Cómo ataca Riquelme? Puesto que no colabora defensivamente, se desmarca cuando el rival ataca, de forma que casi siempre está libre cuando su equipo recupera el balón. Pero cuando su equipo dispone de la pelota, rara vez hará un desmarque y muy dificilmente se incorporará a las posiciones de gol. Su espacio de actuación se sitúa entre las rayas del medio campo y la del área rival. Por lo tanto, es un mediocampista de ataque con poca capacidad de sorpresa ante la portería. ¿Es necesario para el Barça un jugador que no decide partidos, pero que presumiblemente obligará a configurar un nuevo sistema?

Por lo que ha demostrado como jugador, las condiciones de Riquelme significan el final de los extremos y de centrocampistas como Guardiola o Xavi. Es decir, con Riquelme se acaba una época, aquella que había dado identidad y grandeza al Barça. Demasiada responsabilidad para este jugador peculiar y para quienes le han contratado.

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