Todo por Pedrín Benjumea

El festival tuvo más de sentido y emocionado homenaje al matador de toros, recientemente fallecido, Pedrín Benjumea, que de espectáculo serio y formal. Homenaje que se centró en el trato cariñoso que el público dispensó a su hijo, el becerrista Javier Benjumea, al que permitieron que diera la vuelta al ruedo después de matar al eralito de estocada trasera, doce descabellos, pinchazo y golletazo.

No le envió el presidente el bichito al corral, seguramente porque la finalidad del festejo -recaudar fondos para realizar un busto de su padre- le mantuvo la mano quieta, sin sacar el pañuelo, mientras pasaban los minutos. Otro que se dejó llevar de la euforia benéfica fue Ortega Cano, que después de no poder lucirse con un novillo de su ganadería, lidiado en segundo lugar, porque le salió un torete que se paró enseguida y se puso difícil y gazapón, pidió matar el sobrero e invitó al torero Paco Alcalde, que asistía como espectador, a salir al ruedo para torear con el capote, poner un par de banderillas e instrumentar unos pases de muleta que, por cierto, le salieron excelentes. Si se trataba de animar al diestro manchego, que ha anunciado su reaparición, aquello tenía noble motivación, pero la infracción reglamentaria no admite discusión. El presidente hizo la vista gorda y también contribuyó a las alegrías regalando orejas y perdonando avisos a algún otro matador.

Colaboraron en el homenaje los matadores Tinín, que estuvo dominador; Andrés Caballero, arrollador y efectista; El Cordobés, que al final volvió locos a los espectadores con sus cosas; Ribera Ordóñez, muy acoplado con la floja embestida de su oponente; Miguel Abellán, torerísimo con el capote; el novillero Paco Ortega, sobrino de Ortega Cano, sin decisión y con poca técnica, y el hijo de Benjumea, todavía en fase de aprendiz, con defectos como el codilleo y la ineficacia con los trastos de matar. Pero como se queda quieto, que es lo más importante, tiempo tendrá de aprender lo otro.