Un petardo de novillos
A Chopera es posible que todavía le estén buscando cinco de los novilleros que actuaron ayer en su plaza de Illumbe. No se puede mandar una novillada tan baja de calidad, tan basta, a unos muchachos emplazados en la segunda semifinal que les llevará a la final del próximo viernes. Es inaudito que Chopera sea empresario de una plaza que ha acogido por segundo año consecutivo ser el coso donde los nuevos espadas van a demostrar lo que saben. No se puede hacer las cosas peor y mucho menos cuando se es anfitrión de un acontecimiento, como el IV Encuentro Mundial de Novilleros.
Salvando el sexto novillo, que tampoco era nada del otro mundo, la corrida, como decimos, fue un auténtico petardo.
Martínez / Seis novilleros
Novillos de Martínez Elizondo: sin clase, bastos, un saldo. Abraham Barragán: aplausos. Sergio Aguilar: aplausos. Javier Valverde: ovación. Julien Lescarret: aplausos. Salvador Vega: silencio. César Jiménez: vuelta. Plaza de Illumbe, 25 de marzo. Final del encuentro de novilleros. Media entrada.
Menos mal que hubo un novillero, César Jiménez, que en ese sexto de la tarde enderezó el festejo, ya que de otro modo las eficiencias y la falta de clase de los novillos hubiera cantado mucho más. Hay torero en ese muchachito de cuerpo frágil, pero con un corazón muy grande. Inició su faena con las dos rodillas en tierra en la boca de riego, toreando por derechazos y formó un alboroto. Luego toreó con las dos manos, siempre con mucha clase, con mucho temple y en torero. Fue lo único reseñable de la tarde, a excepción de algunos apuntes que señalamos a continuación: Abraham Barragán realizó unos doblones de mucha hondura.
Sergio Aguilar estuvo por los aires casi toda la faena. Se llevó tres revolcones y por poco pasa a oler el cloroformo de la enfermería. Javier Valverde, a un toraco de bella arrancada, le tejió naturales y derechazos con mucho valor. El francés Julen Lescarret tuvo la peor suerte de todos. Le tocó un novillo descompuesto, que quería embestir hasta las moscas. Salvador Vega, que anteayer cortó oreja y parecía augurar que hay torero, ayer sus derechazos no tenían fundamento alguno puesto que por cada uno que ejecutaba daba ocho pasos atrás. Insistimos en que no se puede emplazar a unos jóvenes toreros con un material que parecía de desecho. Es que es insufrible y a la vez denigrante. Creemos que es una mancha muy grande dentro de la casa Chopera.
Además de ser novillos sin un átomo de clase, sus cabezas eran pobres hasta el punto de que es como si al público en general se le pusiera una venda en los ojos para que no viera las astas y sólo pudiera ver las patas de las reses. Algo así como si el público fuera un colectivo de ciegos a los que se les imposibilita ver cómo son los pitones. En realidad esto de la ceguera está en sintonía con el mundo de las figuras y del toro en general. Todo lo que huele a fiesta brava alcanza la glorificación de la mentira. Y el público cada vez más higuerado no acaba por encontrar diferencia alguna entre los dos cuernos con punta y una barra de carmín, por ejemplo.
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