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Crónica
Texto informativo con interpretación

Un injusto triunfo

Andy Cartagena salió a hombros en loor de la bullanguera masa. No mereció tal honor o al menos, para no ser un triunfo injusto, debió acompañarle el joven Sergio Galán. Estuvo Cartagena animoso, pero eso es poco mérito montado sobre briosos corceles. Torear, torear, no lo hizo. Y con el mejor toro del encierro estuvo vulgar y torpón. Clavó trasero, cuando no bajo, tanto en rejones como en banderillas. Dio un recital de pasadas en falso y tan sólo destacó en un par al violín y a dos manos. A la hora de matar el rejón le cayó contrario. Pero en la bullanguera masa pesó el apellido del de Benidorm y pidió las dos orejas. El usía dispuesto a no molestar a nadie, y mirando al cielo, no se hizo de rogar.

Espartales/Seis rejoneadores

Toros despuntados para rejoneo de Los Espartales. 1º y 2º mansos; 3º y 6º manejables; 4º y 5º encastados. Leonardo Hernández: silencio. Fermín Bohórquez: oreja. Martín González Porras: silencio. Andy Cartagena: dos orejas; salió por la puerta grande. Sergio Galán: oreja. Diego Ventura: oreja. Plaza de Castellón, 21 de marzo. 4ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Salió después un dispuesto Sergio Galán. El joven nacido en Madrid, pero afincado en Tarancón, mostró dominio en la monta a pesar de llevar en esto tan sólo tres años. Atención a su cuadra de caballos. En especial, a un negro córcel de bella estampa que atiende por Cisneros y ojo al caballo bayo de nombre Montoliú; darán que hablar. Clavó Galán siempre en lo alto y sus quiebros fueron lo mejor del serial. No dio más carreras de las necesarias y con Montoliú consiguió pasajes de temple. Mató de un rejonazo en lo alto, pero el animal tardó mucho en doblar y necesitó un par de golpes de verduguillo, lo que enfrió el ambiente y tan sólo se le concedió un apéndice.

Diego Ventura también estuvo acertado y clavando en su sitio, lo que le hizo merecedor de otra peluda. También estuvo entonado y sobrio Fermín Bohórquez, con un toro saltarín que por dos veces se fue al callejón. Como tampoco matara con ortodoxia, y con un usía displicente y un público dispuesto a premiar hasta los rocines de arrastre, pues se llevó otro trofeo. Con ese impagable público, ni el circense González Porras ni Leonardo Hernández consiguieron trofeo alguno.

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