La otra Erin Brockovich
Una camarera de EE UU estudia Derecho para sacar a su hermano de la cárcel por un crimen que no cometió
Con su final feliz, la historia de los hermanos Waters es un hermoso ejemplo de heroísmo femenino y solidaridad familiar en la lucha contra la injusticia y la adversidad. Pero los Waters también tuvieron mucha suerte: si Massachusetts aplicara la pena de muerte, como lo hacen tantos Estados norteamericanos, Kenny habría sido ejecutado hace tiempo y Betty Anne no habría podido arrancar su libertad. Así que esta historia es, asimismo, otra más de las que dicen mucho sobre los espeluznantes errores del sistema estadounidense de justicia.
El hecho es que, el pasado viernes, Kenny Waters fue puesto en libertad, tras haber pasado 18 años en la prisión de máxima seguridad de Walpole como autor de un asesinato a puñaladas que no cometió. Debe su excarcelación a su hermana Betty Anne, toda una luchadora de la clase trabajadora, como la Erin Brockovich encarnada en el cine por Julia Roberts. En 1983, Betty Anne era una mujer de 28 años divorciada y con dos hijos, que no había terminado el bachillerato y se ganaba la vida como camarera. Pero Kenny, un año mayor que ella, fue condenado a cadena perpetua y, proclamando su inocencia, intentó suicidarse en la celda. Betty Anne decidió consagrar su vida a exonerar a su hermano.
Betty Anne representó legalmente el viernes a Kenny en la vista en que un juez de Massachusetts ordenó su inmediata excarcelación. Un análisis de ADN demostró que Kenny no fue la persona que en 1983 asestó una treintena de puñaladas a Katharina Brow, en el transcurso de un robo en el hogar de la víctima, en Ayer (Massachusetts). El ADN de Kenny no se corresponde con los restos dejados por el asesino.
Para llegar a este final feliz, Betty Anne, la estudiante fracasada en el bachillerato, consiguió a base de codos y horas robadas al sueño dos licenciaturas universitarias: una en Educación y otra en Derecho por la Roger William University, de Rhode Island. No encontró plaza de maestra y siguió trabajando como camarera, pero dedicada en cuerpo y alma a probar la inocencia de su hermano.
Terminó consiguiéndolo, pero el otro aspecto de esta maravillosa historia lo subrayó el lunes un editorial de The Washington Post. Si Massachusetts tuviera la pena de muerte, si Betty Anne no hubiera consagrado su vida a liberar a Kenny y si las pruebas físicas del asesinato de Brow no hubieran sido guardadas, no tendríamos final feliz. 'La lección de las exoneraciones conseguidas por pruebas de ADN', escribió The Washington Post, 'no es que la justicia triunfa al final, sino que la justicia se equivoca muchas veces al principio'.
En 1983, Kenny, que trabajaba como cocinero y había tenido problemas menores con la justicia, tuvo una mala defensa y un juicio rápido, cinco días en total. Argumentó que no pudo haber matado a Brow porque en ese momento estaba compareciendo ante un tribunal por otro asunto. Eso fue confirmado, pero el tribunal no tenía registrada la hora exacta de la presencia de Kenny. Así que, en circunstancias semejantes a las de Joaquín José Martínez, el español condenado a muerte en Florida, Kenny fue declarado culpable sobre la base de los testimonios de dos ex novias suyas, que aseguraron que les había confesado el crimen.
Actuando con riguroso espíritu detectivesco y provista de su título de abogado, Betty Anne encontró hace unos meses la clave de la inocencia de su hermano. Con la ayuda de un empleado del juzgado, descubrió en sus sótanos una caja de cartón amarillo que contenía las pruebas físicas del crimen: un cuchillo y unas ropas con manchas de sangre de la víctima y del asesino. Apoyada por la organización de derechos civiles Innocence Project, pidió que se efectuaran análisis de ADN. Tardó en conseguirlos, pero la pasada semana la fiscalía de Massachusetts reconoció que el ADN de Kenny no se corresponde con el dejado por el asesino en esas pruebas.
En los últimos años, 85 condenados, 10 de ellos a muerte, han sido declarados inocentes en EE UU como resultados de análisis de ADN. Pero estos estudios a posteriori no están generalizados, ni los tribunales guardan en muchos casos las pruebas presentadas en los juicios. 'El sistema legal de este país sólo funciona si tienes dinero para hacerlo funcionar', dice Kenny, y nadie puede discutírselo. Los Waters, trabajadores de origen irlandés, han tenido a su favor dos elementos tradicionalmente vinculados con su pueblo: tozudez y suerte.
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