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Reportaje:

Música en estuche de mármol

El Museo del Prado acoge, el próximo sábado, el primer concierto de la historia con un órgano de piedra

El Museo del Prado será el próximo 24 de marzo escenario del primer concierto de la historia interpretado en un órgano construido casi totalmente en piedra. Es obra de un organero madrileño, Iván Larrea, de 33 años. El órgano, cuya construcción ha durado un año, mide algo menos de dos metros de altura, por la mitad de anchura. Tiene un peso de 250 kilos. Ha costado un año de trabajo a tres personas y está evaluado en ocho millones de pesetas. Las notas blancas de su teclado han sido esculpidas en mármol rojo de Alicante; en mármol marrón imperial, las negras, y la caja, en crema marfil. Toda la piedra procede de la ciudad alicantina de Novelda. A excepción de unos muelles y una turbina eléctrica Laukuff, que lo alimenta, todos los componentes son pétreos, incluida la identificación del órgano y el nombre de su autor, que exhibe sus acuosas vetas de lapislázuli sobre un atril claro.

Con 17 años, el madrileño Iván Larrea diseñó y construyó un pequeño realejo pétreo
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Ácidos, diamantes y talento

El concierto comenzará a las siete y media de la tarde. Un organista madrileño afincado en Palencia, Antonio Barranco, tecleará las 49 notas con sus correspondientes tubos del único teclado de cuatro octavas, de afinación temperada, con las que el singular órgano pétreo cuenta. Un coro de ocho personas -procedentes de la Capilla Vocal del Castillo de Argüeso (Cantabria), de Aguilar de Campoo (Palencia), Reinosa (Cantabria) y otras localidades norteñas- entonará una misa a cuatro voces amén de distintas composiciones hímnicas de los autores españoles del siglo XVI Antonio de Cabezón y Tomás Luis de Victoria. Iván Larrea pagará 250.000 pesetas al Museo del Prado para alquilar el salón de actos de la pinacoteca. Así lo establece la ley. Con el traslado a Madrid desde Novelda del órgano, desmontado en dos piezas, en cajas de metal y madera, más la retribución de los músicos, Larrea deberá abonar unas 750.000 pesetas.

Pero él no se arredra. Larrea nació en el barrio de Cuatro Caminos, en el seno de una familia amante de la música y vinculada, además, a la escultura y la fotografía. Desde bien pequeño, a Iván le sedujo la atmósfera sobre la que creía ver flotar todo lo relacionado con la Edad Media. De entonces data su afición por escribir con caligrafía medieval, que usa a diario como si de un pendolista se tratara.

Con 17 años recién cumplidos, Larrea optó por la formación profesional en la Academia Cima, de la Puerta del Sol, y decidió construir, con sus propias manos, un órgano de madera. Medieval, claro. Surgió así una pasión por los órganos que le hizo pensar en convertirse en organero. Aplicado a tal propósito, comenzó a relacionarse con maestros de la estatura artística de Gabriel Blancafort o Gerhardt Grenzig, ambos establecidos en Cataluña, con ejemplares de la importancia de los que hoy exhiben el Auditorio Nacional de Madrid o la catedral de La Almudena, por ellos, respectivamente, construidos. Larrea buscó su compañía y acuñó conocimientos. Al mismo tiempo, comenzó a desplegar su interés por otras muchas cosas. Un año en el estudio-taller del Museo del Prado le llevó a aprender los secretos de la restauración artística.

Al poco, descubrió las propiedades de las piedras y quedó fascinado por ellas. Se matriculó en el Instituto de Gemología de la calle de Víctor Hugo, se especializó en diamantes y allí conoció a su mentor científico, Javier García Guinea, hoy de 46 años, vicepresidente del Instituto, geólogo, especialista en piedras preciosas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid. García Guinea orientó cuanto pudo a su alumno y, tras descubrir el talento que presidía sus indagaciones, decidió apoyarle en cuerpo y alma. Con 19 años, Iván tuvo la idea de construir un órgano en piedra. Con una imaginación artística y científica a prueba de obstáculos académicos, ideó una serie de herramientas y de métodos para desarrollar sus proyectos.

'La piedra no sufre las acometidas de los insectos xilófagos que la madera padece, ni las estridencias de los metales', dice Iván con convicción. 'De ella obtengo un sonido puro y cristalino, espléndido', explica.

Iván Larrea (sentado), junto al órgano que ha construido en piedra.
Iván Larrea (sentado), junto al órgano que ha construido en piedra.

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