Los auténticos 'sin papeles'

Los andaluces estamos rescatando de la memoria el tiempo en el que también fuimos emigrantes. Socialmente estamos demostrando nuestra mayoría de edad abriendo las manos a estos moradores africanos que sí traen papeles, pues aportan el papel del hambre que delatan sus miradas y que a veces sellan con la muerte; es evidente que no vienen en un crucero de placer, sus viajes son sólo de ida, que buscan en cualquier parte el pan con que mitigar sus estómagos hambrientos.

Ahora que tanto se habla del exceso de pragmatismo económico que nos invade y la falta, por el contrario, de cierta sensibilidad para encender la luz de los ideales, se hace necesario, a mi entender, seguir reflexionando acerca de la problemática de la emigración. Seguro que tal ejercicio nos llevará a hablar de solidaridad, palabra mágica que bien entendida es aquella que nace de la conciencia de cada uno y se proyecta hacia los demás de manera casi altruista y no cuando se ejerce delante de las cámaras, buscando el lucro de la publicidad.

Estamos teniendo ocasión de seguir demostrando que somos hermanos de verdad, igual que cuando nos acoge este sentimiento en Semana Santa o damos de comer al peregrino en el Rocío, es decir, disponemos de oportunidad de seguir luciendo la medalla de la hermandad, abriendo nuestras casas a esta gente hambrienta, sin duda serán actos humanitarios de amor auténtico: dar, sin pedir nada a cambio.

Quizá en los tiempos que corren lo expuesto anteriormente se convierta en una plegaria de molde surrealista o utópica, pero que concuerda con la asignatura pendiente de algunos roles de la sociedad, en cuanto ésta no acaba de resolver algunas pautas de hipocresía y falsedad. Ignoro si tendríamos ganada la gloria, si sé que la conciencia se alimenta del ejercicio individual y anónimo, esperar las gracias es ejercitar el egoísmo y éste, ya de por sí es patético y determinante, en el mundo actual. El sentido de la posesión y el materialismo son, junto al apogeo consumista, los auténticos sin papeles que nos invaden, son por extensión las tendencias que se están apoderando de nuestros ideales e inquietudes, teniéndonos económicamente a su merced.

No estaría de más dar ejemplo a instancia de nosotros mismos, aparcando los síntomas egoístas que des vez en cuando nos envuelven y pensar, reflexionar y digerir sobre nuestro efímero paso por la vida. Con certeza nos dará una dimensión más real del tiempo que consumimos y que a veces se nos escapa; cómo asimismo nos enarbolará hacia un sentimiento más solidario con quien nos rodea. Quizá así, aquellos abusos económicos frenarían esa creciente despersonalización de la sociedad que me temo nos está embarcando también a todos en un viaje sin retorno, esto es, en seres insensibles deambulando por el espacio a bordo de una plataforma perdida.