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Reportaje:24ª jornada de Liga | FÚTBOL

Djalminha, el gran trapecista

El delantero brasileño, asegura Irureta, 'se transformó cuando vio que en el Deportivo podía ganar una Liga'

Xosé Hermida

El destino de la Liga se comprimió en un solo minuto. Eran las diez y veinte de la noche del sábado en Riazor, el Madrid ganaba por 0-2 y Figo cometió penalti sobre Djalminha. Si el Deportivo fallaba, tras haber desperdiciado otra media docena de ocasiones, difícilmente se recuperaría ya del golpe psicológico y el Madrid volvería a casa con más de medio título en el bolsillo. La tensión desplegó su filo sobre el estadio y un hombre con gesto visionario tomó la pelota, la colocó en el césped, hizo un amago, la golpeó suavemente y la introdujo en la portería en una semivaselina. Era un penalti a lo Panenka, una suerte futbolística en la que el límite entre lo excelso y lo ridículo se reduce a dimensiones microscópicas. Y Djalminha lo lanzó así, como si en vez de decidirse la Liga estuviera jugando con los niños en el campo de fútbol-playa que se ha construido en casa.

Javier Irureta, el entrenador del Deportivo, se sonríe al recordar la jugada. 'Por mí', dice, 'como si lo tira de espaldas y dándole de tacón. Yo sólo le voy a pedir cuentas si lo falla'. Y Djalminha lo sabe muy bien. 'No he fallado nunca un penalti lanzado así, pero el día que lo haga no me lo dejarán tirar más', reconocía hace unos meses. Mientras ese fallo no llegue, que siga la fiesta. Todos los que le conocen están convencidos de que si tuviese un penalti en el último minuto de la final del Mundial haría lo mismo sin pararse a pensar en las consecuencias del error.

Vivir al límite es una necesidad para Djalminha. Él no ha nacido para disputar esos partidos que son como ir a la oficina y cumplir un horario. A él le gusta jugarse la vida en el trapecio, especialmente esas noches en que el circo está repleto de gente y todos los focos le apuntan. Como el pasado sábado ante el Madrid, al que él solo dio un repaso completo. 'Parece que necesitara grandes estímulos', dice Irueta; 'nada le motiva tanto como esos partidos que sabe que van a tener mucha repercusión'.

Esa necesidad de apuntar siempre a lo más alto, de sumarse únicamente a las empresas de riesgo, estuvo a punto de apartarle del Deportivo. Llegó a un club que consideraba uno de los grandes de España y se encontró con un equipo gris y confuso, herido de muerte por la marcha de Rivaldo, a quien rinde admiración. Con Irureta la relación no fue fácil: 'Yo le senté en el banquillo y le dije que tenía que cambiar si quería triunfar en Europa. A veces se pasaba partidos enteros intentando hacer únicamente una jugada'.

A principios de la pasada campaña, parecía aburrido y pidió que le cedieran al Vasco da Gama. 'Estaba obsesionado con jugar el Mundialito de clubes', recuerda Irureta; 'pero yo me encontré con que Fran había caído lesionado para una larga temporada y pedí al club que se quedara'. En apenas dos meses Djalminha iba a sufrir una gran transformación. 'En la octava jornada', recuerda Irureta, 'nos pusimos líderes y entonces él se dio cuenta de que podía ganar una Liga. Se identificó más con el equipo y su motivación cambió totalmente. Desde entonces, es evidente que se trata de un jugador distinto: se esfuerza, juega para el equipo y, cuando se mete en los partidos, tiene una capacidad de abstraerse que supera a la mayoría de los futbolistas'. Y así, encaramado al trapecio, Djalminha ya no ha vuelto a aburrirse más.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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