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El misterio que amargó el último año de Albright

El descubrimiento de que Robert Philip Hanssen era un topo de los servicios secretos rusos puede arrojar luz sobre un problema que amargó el paso de Madeleine Albright por el Departamento de Estado norteamericano. El pasado año, Albright llegó a convocar a todo el personal en una asamblea y le propinó una bronca monumental por los repetidos fallos en los sistemas de seguridad, que habían convertido en un coladero al centro neurálgico de la diplomacia estadounidense.

Dos casos eran particularmente graves: la desaparición de un ordenador portátil con documentos secretos y el descubrimiento de un micrófono colocado por los rusos bajo la mesa de una sala donde los altos cargos del departamento celebraban reuniones muy confidenciales. Pues bien, una de las últimas misiones de Hanssen antes de ser desenmascarado fue la de responsable del FBI de la seguridad en el Departamento de Estado. Hanssen llegó incluso a ser encargado de tomar medidas adicionales para evitar la repetición de incidentes como el del ordenador portátil y las escuchas.

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El FBI y otros servicios de espionaje estadounidenses investigaban ayer febrilmente esa conexión, en busca de explicaciones al misterio que sacó de sus casillas a Albright. Entretanto, el hombre al que los rusos conocían como Ramón fue presentado ante la juez Theresa Buchanan, de Alexandria (Virginia), que, dadas las pruebas en su contra, decretó su prisión sin posibilidad de fianza. Informado minuciosamente de este caso, George W. Bush ordenó una revisión completa de los mecanismos de seguridad en el FBI, la CIA y otros centros del poder estadounidense. John Ashcroft, el nuevo fiscal general, encargó esta tarea al juez William Webster, que fue tanto director de la CIA como del FBI.

Como manda la tradición del espionaje, Moscú negó oficialmente tener el menor conocimiento de esta historia.

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