'Las convicciones éticas no pueden tener nunca una tregua'
Cuando Anjel Lertxundi (Orio, 1948) escribe una novela no se limita a contar una historia. Aprovecha siempre el argumento como excusa para hablar de la condición humana. Lo hace incluso en su primera incursión en el género gótico. '¿Sabéis, señora ventera?', dice por boca de un personaje de El huésped de la noche (Alberdania). 'Entre el bien y el mal hay vastos territorios por los que transita gran parte del mundo'. Lertxundi retoma en este trabajo el mito clásico de la cesión del alma al Diablo desde una perspectiva contemporánea que remite, sin nombrarla, a la realidad del País Vasco.
El escritor consuma su bautizo en el género gótico con la versión novelada de su cuento Akilimarro -publicado en 1995 dentro de Piztiaren izena-. La traducción realizada por el editor Jorge Jiménez reveló 'la potencialidad de la historia' para completar una narración larga y Lertxundi decidió exprimirla.
'El género gótico te sitúa en el umbral entre lo real y lo fantástico y se presta mucho al trabajo creativo'
Enfoque femenino
El punto de partida es una mujer, una ventera que acaba de enviudar. 'Se queda en el mayor de los desamparos', cuenta el escritor, 'y desesperada, consciente de que no puede hacer frente a las deudas que ha heredado de su marido, cede su propia personalidad'. Lertxundi reconoce que con El huésped de la noche -título de la colección Alga- no aborda una cuestión inexplorada. 'Lo nuevo', señala, 'es el enfoque. Prácticamente nunca se ha hablado del pacto con el Diablo desde una visión femenina'.
La recreación del mito ha servido además al escritor para descubrir que la novela gótica ofrece bastantes más posibilidades de las que imaginaba. 'El género te sitúa en el umbral entre lo real y lo fantástico y es un terreno que se presta mucho al trabajo creativo'.
En ese proceso, en ese explorar nuevos caminos como escritor, Lertxundi no se ha dejado llevar exclusivamente por el placer de contar. 'He hecho algo que suelo hacer habitualmente; aprovechar aquellas posibilidades que me ofrece una determinada materia para reflexionar sobre mi propia condición y lo que me rodea. Para hablar sobre las víctimas, la culpa y la violencia'.
La novela, 'absolutamente cinematográfica' en palabras de su autor, no se desarrolla ni en un tiempo ni en un espacio predeterminados. Pero de su trasfondo temático se desprenden evidentes reflexiones que entroncan con la realidad que vive hoy el País Vasco. ¿Los creadores deben estar comprometidos con la sociedad? 'El escritor tiene que estar comprometido con su obra', responde Lertxundi tajante. 'Otra cosa', añade, 'es que como ciudadano también lo esté y que ambos aspectos sean coincidentes'. Él pertenece a esta especie.
Ya lo demostró en Gogoa zubi, ensayo en el que sostiene la tesis de que el principal problema que existe en Euskadi es que 'no se verbaliza lo que está pasando'. Ahora advierte de que lo que publicó hace más de un año no ha perdido vigencia ni actualidad. 'Estamos viviendo un momento en el que hay muchas cosas que se silencian porque no somos capaces de formularlas; el euskera, el bilingüismo, la Universidad, la enseñanza de la historia, el proyecto de país, son cosas de las que no discutimos ni hablamos'.
Lertxundi no oculta su preocupación y la expone abiertamente. 'Lo que está pasando en esta sociedad es gravísimo. Falta un compromiso claro, estamos mirando hacia otro lado y eso es muy peligroso. Sobre todo, cuando las libertades de unos están limitadas, cuando la gente tiene que pasear por la calle con guardaespaldas... Tener que insistir en lo elemental significa que hay algo estructural, de base, que falla en esta sociedad. Las convicciones éticas no pueden tener nunca una tregua. Nunca se puede hacer un paréntesis en eso', dice.
El escritor hacía estas observaciones la víspera de que la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) suscribiera su compromiso de defender la libertad en el mismo campus donde ETA colocó en diciembre una bomba que no llegó a estallar. No alude directamente a la iniciativa, pero cuando se le pregunta por la situación, cada vez más asfixiante, que viven determinados profesores e intelectuales, responde sin titubear: 'A la larga se sabe que en este tipo de conflictos el pensamiento es el que procura los descalabros que menos interesan a esta gente'.
Lertxundi cree que la sociedad vasca atraviesa uno de sus peores momentos. 'Estamos peor que nunca', advierte, 'porque en la medida en que este problema no se soluciona se va enquistando'. El problema se extiende a todos los ámbitos y el escritor observa también 'falta de cordura' en el goteo de informaciones que cuestionan aspectos relacionados con la cultura vasca. 'Creo que la imagen que se está dando en algunas cuestiones es distorsionada. Y me preocupa la falta de voluntad de corregirla'.
La otra cara de la moneda la encuentra en un terreno que él conoce bien, en los avances del euskera y el desarrollo de la literatura vasca. 'En los 70, [cuando debutó con el libro de relatos Hunik arrats artean] nunca hubiese imaginado que la literatura y fundamentalmente la narrativa vasca iba a recorrer en tan poco tiempo el camino que ha recorrido. Y tampoco que pudiera perfeccionarse de la manera en que lo ha hecho con una lengua que entonces estaba en vías de comenzar la unificación literaria'. Pero Lertxundi no atribuye el mérito exclusivamente a los escritores. 'Ha habido una contribución fundamental; la de los traductores. Porque si es cierto que los creadores crean el lenguaje, lo que hacen los traductores', dice, 'es fijarlo'.
Lertxundi, autor de numerosos artículos periodísticos, ha tocado a lo largo de su extensa trayectoria todos los palos literarios, del ensayo a la literatura infantil, la novela o el relato. Forma parte -con escritores como Ramón Saizarbitoria- de una generación de autores que no lo tuvo fácil en sus comienzos pero que hace ya tiempo vio recompensados sus esfuerzos. Su nombre es uno de los indiscutibles de la literatura vasca.
¿No suenan siempre los mismos? 'Siempre se produce una especie de tapón de cuello de botella en el que intervienen mucho los factores extraliterarios', dice, 'por ejemplo la prensa que destaca unos determinados autores porque es muy difícil apostar por alguien que todavía no es conocido. Pero tenemos escritores jóvenes muy buenos, como Harkaitz Cano'. Autores que escriben como él en euskera y que cada vez se traducen más a otros idiomas. De hecho, Lertxundi verá en breve publicadas las versiones en castellano de sus novelas Argizariaren Eguna (Los días de la cera) y Lehorreko koadernoa, (Cuaderno de tierra firme) en la editorial Alfaguara.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.