El Barça gana a medio gas
El equipo azulgrana se impuso en Atenas con un juego muy pausado y un gol de Luis Enrique
Al tran, tran, sin grandes alardes, pero con autoridad y sabiduría, el Barcelona resolvió un partido muy delicado, que tenía un mal farío que tumbaba y que al final resultó ser un bombón. Ni el AEK era tan fiero, ni el campo tan inaccesible, ni el Barça estaba tan mal como para que le zarandearan en cualquier cancha. Jugaron los azulgrana de forma paciente, inteligente, con su fútbol control por bandera, y salieron de Atenas sin necesidad de ser protegidos. El suyo fue un triunfo límpio, indiscutible, digan lo que digan las estadísticas, según las cuales un equipo español no ganaba en Grecia desde hacía 37 años. El Barcelona se trabajó muy bien el partido y sometió al contrario en un duelo que expresó la distancia que existe entre un equipo que se ha caído de la Liga de Campeones y otro que compite en la Copa de la UEFA.
Puestos a recuperar el ánimo y el fútbol, por no decir la personalidad, el Barcelona retomó el dibujo que se le suponía y extravió de mala manera en Santander: volvieron Guardiola y Cocu al ombligo del campo mientras Zenden se vestía por primera vez de titular para abrir la banda izquierda y Luis Enrique operaba por la derecha. Por la alineación, el equipo fue cuanto menos reconocible: el capitán tocó y tocó; los futbolistas de banda abrieron el campo; Kluivert se ofreció y descargó para la segunda línea y los laterales, y la pelota corrió como un reloj: tic, tac, tic, tac.
El AEK no se dejó enredar por el fútbol control del Barça. Bien parado en cancha propia, sólo se desplegó cuando advertía superioridad numérica en la transición. Procuró no rifar la pelota y atacó a los laterales azulgrana en cada contra, sabedor como era de que tanto Gabri como Sergi son más ofensivos que defensivos. Los griegos oxigenaron las bandas y buscaron en cada jugada la acción terminal de Nikolaidis, un delantero goleador, rápido y con buena pegada, o una falta en el balcón para que Tsartas transformara el libre directo, una acción que nunca llegó, por el buen trabajo de los centrales azulgrana. No pudo nunca el AEK con el Barcelona.
El problema del equipo barcelonista estuvo en campo ajeno. Le costó demasiado generar espacios, desbordar y acelerar la jugada, poner un pase interior. La previsibilidad fue tal que el AEK se defendió sin demasiados apuros, concediendo pocas ocasiones, utilizando el juego posicional. Más que una cuestión de marcar, para el Barça se trataba antes que nada de recobrar la confianza, de sentirse cómodo en la cancha, de gustarse, así que fue jugando a dos toques, el cuero suave y al pie, como si se mirara al espejo, dándose una y otra vuelta. No es que tuviera temor, aunque tampoco fue a por el partido con valentía, sino que trataba de madurar el encuentro, cosa que siempre le distinguió.
Una vez que los griegos habían aceptado la propuesta del Barcelona, el partido se aletargó tanto que la enfebrecida hinchada del AEK se durmió en espera de que ocurriera algo. Y sucedió que en un rechace de Dellas a tiro de Zenden el balón quedó muerto a pies de Luis Enrique, que no perdonó, justo cuando el descanso parecía ya muy cercano. El olfato goleador del asturiano redimió el esfuerzo de Cocu, que llevaba apuntando una y otra vez el desmarque sin que nadie leyera su salida ni tampoco su llegada.
Con medio partido perdido, el AEK apareció en el segundo acto con otra piel. Fue un equipo más agresivo, más directo, aunque no necesariamente más impaciente. El Barcelona no flojeó. Siguió a la suya, toca que tocarás, guardando la pelota, procurando no dar un paso más de la cuenta, con Rivaldo bajando a menudo a la línea de medios para buscar la falta y dar un respiro al grupo. Falto de jugadores desequilibrantes, el AEK se fue resignando a que si no podía ganar, iba a procurar al menos empatar, de manera que era tan importante marcar como no encajar un segundo gol.
Pero el partido pintaba tan mal para el AEK que el entrenador acabó por sustituir a Tsartas, y renunciar a su exquisita zurda, porque el centrocampista estaba desfondado y el equipo necesitaba fondo y tralla. Tiró un poco para arriba y puso a prueba a Reina, que se defendió con entereza, mientras Luis Enrique y Kluivert se iban para el vestuario en un intento del entrenador de administrar fuerzas para recibir el sábado al Deportivo. Con la UEFA a buen recaudo, a la espera de la vuelta, y con la Copa del Rey también en litigio, el Barcelona espera reengancharse ahora en la Liga tras sobreponerse ayer al escarnio de perder el pasado domingo en el campo del colista. Para volver a empezar y combatir la depresión de la hinchada, se precisaba ganar en Atenas.
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