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Los 'tories' amenazan con echar a Hague si no acorta distancias con los laboristas

Isabel Ferrer

William Hague, líder de la oposición conservadora británica, corre el peligro de verse apartado de su cargo por sus más íntimos colaboradores si no consigue reducir a un máximo de 60 los 179 escaños que le separan hoy del Partido Laborista en el Parlamento. Hague no ha recibido aún el ultimátum que, según el rotativo The Independent, piensa darle un grupo de tories veteranos cansados del escaso gancho de su líder entre el electorado.

El momento adecuado para que éstos le brindaran una salida airosa sería poco después de las próximas elecciones generales, previstas para mayo. Los sondeos de opinión dan como ganador al laborismo y los conservadores desean hacerse con un líder pleno del carisma que tan buenos resultados le ha dado al actual primer ministro, Tony Blair.

Incluso sus detractores en las filas conservadoras admiten que Hague es un buen orador y sabe debatir con ardor en la Cámara de los Comunes. Su postura contraria al euro, dura en el terreno de las leyes de extranjería y laxa en cuestiones de impuestos, es también popular entre buena parte del electorado. Su problema es de imagen personal. Su poder de atracción es escaso a pesar de sus esfuerzos por presentarse como un ciudadano ordinario. En el sondeo más reciente, efectuado por Gallup, un 18,6% de los británicos le prefería como primer ministro frente al 46,5% que seguía creyendo en Tony Blair. Esta vez, sin embargo, los conservadores no se desharán de su líder a base de golpes bajos, como hicieron con John Major. Prefieren dar ejemplo de unidad y, para ello, nada mejor que aplicarle a Hague su propia receta política.

En 1997, el propio líder conservador decidió que la renovación interna de la jefatura del partido podía efectuarse si un 15% de sus diputados presentaba una moción de censura. Perdida ésta, el jefe caído cedería el puesto a un sucesor surgido de la selección de dos candidatos propuestos por cualquiera de sus colegas. De prestarse Hague a arriesgar su cabeza, colegas de peso como Michael Portillo, actual portavoz de Hacienda, o Ann Widdecombe, responsable de Interior, verían allanado su camino hacia el despacho del líder sin ser tachados de traidores.

En lugar de un asesinato político en toda regla, acudirían a cubrir la plaza vacante en un partido que aspira a gobernar. Los partidarios de Hague, que no parece dispuesto a abandonar fácilmente, sostienen que éste podría ser primer ministro en el año 2006. Y esto, siempre que Blair perdiera el referéndum sobre el euro. Pero muy pocos conservadores desean esperar tanto.

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